Opinión

Grito de guerra

ALBA FERNÁNDEZ
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Hay algo mágico en el programa del Pirata, cómo te diría, no sólo somos sus oyentes. Le queremos.

VIERNES, 1 DE DICIEMBRE

Humanamente hablando, probablemente sea el último auténtico. Ser auténtico es ser uno mismo. Más, es llegar a ser uno mismo. Ay, nuestro mal endémico es la apariencia, ‘no paramos de ocultarnos y enjaezarnos en las tiendas de moda’. Nos queda El Pirata, con permiso de su compadre Mariscal Romero.

Acaba de sacar sus memorias. Sibila le dijo a Eneas: “Es fácil descender a los infiernos, retornar de allí sí que es difícil”. Hoy, como muchas madrugadas, a las seis en punto busco en el dial Rock FM. Ahí está El Pirata y su banda. Soy uno más del largo millón de oyentes que se despierta con su voz y su duende. Algunas mañanas me sucede como a Lázaro cuando el maestro le dijo: “Levántate y anda”. La voz de Juan Pablo Ordúñez enciende una hoguera, te invita a luchar y a enamorarte de la difícil vida de estos tiempos.

Hay algo mágico en el programa del Pirata, cómo te diría, no solo somos sus oyentes. Le queremos.

Te cuento, allá en los setenta llegó de su Talavera manchega a quemar Madrid. Eran tiempos extraños y hermosos. Florecían en los barrios las primeras bandas de rock. Su divisa es: “He nacido para ser un corsario del rock en este mundo hostil”. Cielo santo, todavía no estaba la rebeldía anestesiada. Allí estaban Burning, Cucharada, Coz, Topo, Leño. Ah, Asfalto, que aquel 20 de octubre de 1978 izó su bandera en Londres. Por primera vez una banda española actuaba en el Marquee de Wardour Street. Qué letras más ingenuas, por ejemplo, la carta de presentación de Burning: “En La Elipa nací / y Ventas es mi reino, / y para tu papá, nena, / soy como un mal sueño”.

En estos tiempos de locutores ‘tóxicos, agresivos y de resignación colectiva’, la voz del Pirata te dice lo importante que es tener la memoria del rock en buen estado. Ya lo afirmó Joan Jett: “Bendito sea el rock porque convierte a sus seguidores en eternos adolescentes”. El Pirata y los suyos son una excepción entre esas manadas de locutores que parecen llevar un implante quirúrgico, el desguace de lo auténtico y de la cultura musical.

Solidario, genuino, cálido, fuerte, tenaz. Al fin, manchego, lleva el aura de don Quijote atada a la cintura. Estoy leyendo su libro, ‘El Pirata: Más de medio siglo de radio y rock’. Qué brutalmente sincero y honesto. Y, hermano lector, si quieres saber de qué va nuestra historia, sus memorias a tumba abierta son imprescindibles. Su libro levanta acta, nada menos que de cincuenta años de riffs belicosos.

Creció entre cirujanos en un intento de curar su polio. Incluso sus padres lo llevaron a Lourdes y a Fátima. La llegada a Madrid, tal un maletilla, a la búsqueda de la gloria que no tardó en palpar. El Pirata sonaba en todos los transistores. No voy a descubrir más, pero su increíble historia en Miami es divertida y escalofriante. Con frecuencia, el amor se rompe. Ella se largó y ahí quedó Juan Pablo con sus hijos. Tiempo de luto en Talavera y otra vez en marcha. León Felipe escribió sobre el Quijote: “Hazme un sitio en tu montura que yo también voy cargado de amargura y no puedo batallar”.

(Ya sabes, el clásico dice que lo importante no es las veces que caes, sino las que te levantas. El Pirata siempre se yergue y su voz recorre todos los caminos. Años gloriosos en que no salía de Barajas. Entrevistar a los más grandes. Asistir a todos los grandes conciertos de este continente. Aquel 11 de octubre de 2022 en que una ambulancia del SAMUR cruzó Madrid, vio en relámpagos todos los instantes de su vida.

Ay, yo que estoy en el intento de escribirlas, leo con desasosiego su consejo: “Escribir sobre mis memorias, me ha hecho naufragar constantemente. Te aconsejo que no lo hagas, plasmar tu vida en un papel finalmente desgarra el corazón y el alma”.

Hoy me he despertado, como siempre, escuchándote. Hermano, no olvides el verso que canta Mercedes Sosa: “Si se calla el cantor, calla la vida”).

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