Opinión

Y bla, bla, bla…

Alucino. Estas nuevas generaciones tocan el mundo con las manos. Van, buscan en internet y se plantan, por ejemplo, en Berlín por el precio de un viaje en coche de línea, o dan con sus huesos allá en el Machu Picchu por un puñado de euros.

Ay, éramos tan jóvenes. Mi generación se lanzó a los caminos con escasa mochila y muchos sueños. Entonces la gente no era tan cabrona, hacías dedo en la autopista y enseguida se detenía alguien: ‘Sube’. Le contabas tu vida y el conductor te largaba sus males. Con frecuencia, te invitaban a comer y departían contigo amistosamente.

Ah, eran tiempos de dictadura y nos daba un poco de vergüenza ser ‘españolitos’ por esos mundos tan avanzados. Llegabas a Ámsterdam, por ejemplo, en tu primer viaje al extranjero y mirabas con asombro cómo los policías te sonreían acogedores. Los jóvenes retozaban en los parques y las chicas, a poco que chapurrearas inglés, se enrollaban contigo sin restos de culpa en la mirada.

Las furgonetas Volkswagen llenas de colorines, aparcadas en la Dam Platz, lucían carteles en el cristal delantero: “Vamos a la India, sólo tienes que contribuir a la gasolina, ven con nosotros”. Ay, tiempos dulces e inocentes.

Finales de los 70. Allá me fui, rumbo a Benarés en una ‘furgo’ Commer. Te juro, éramos siete y casi todos de nacionalidades distintas. El viaje fue largo y rico en experiencias como aconseja Cavafis. Vienen flashes ahora a mi mente. La noche en que posé mis pies en el Ganges. Aquel hotel babilónico, tal vez no exista ya, Yogi Lodge.

Te cuento. Mi sobrina favorita, María Eugenia, está allá en Addis Abeba como lectora de español. Antes, vivió en Alemania y en algún país más. Lo cierto es que anduvo lista, pasó una entrevista y allá está tan feliz en Etiopía. A veces, hablo con ella. Está fascinada. Hace viajes a lugares recónditos: “Lo que veo son estampas bíblicas, procesiones multitudinarias y en Addis los clérigos afirman que las Tablas de la Ley que recibió Moisés en piedra en el Monte Sinaí están custodiadas allí”.

(María Eugenia escribe en su blog “htpp://addistancia.blogspot.com.es/diario de una lectora de español en Addis Abeba”: “Hoy no he dado yo la lección, sino que me la han dado mis estudiantes a mí. A las 9:00 ya estábamos en clase. Muchas veces me quejo de que les falta energía a esas horas. Que cuando hago una pregunta no me contestan. Se quedan callados mirándome sin decir nada. Así que hoy, toda llena de razón, he ido uno a uno preguntándoles si habían desayunado. La mayoría no lo había hecho.

Entonces, les suelto un discurso sobre lo indispensable que es desayunar. Y bla, bla, bla. Uno de mis estudiantes habla primero. Me dice que los europeos sabemos todo acerca de lo que es bueno y malo. Que no solo no desayunan sino que muchas veces ayunan porque creen en Dios. Que no me preocupe por ellos. Que su forma de vida es esa.
Otra alumna me dice que eso de tomar zumo y otras cosas por la mañana le parece una extravagancia. Que su comida tiene todo lo necesario que requiere el ser humano. Por último, interviene un tercero y comenta que Etiopía tiene muchos ingenieros y gente importante que ha llegado lejos sin esas vitaminas de la mañana de las que yo les hablo. Me dejan sin palabras”.)

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