Opinión

El dial del destino

La ley de amnistía se ha convertido en el dial del destino que une a Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. No es como una unidad de destino a lo universal, pero casi. Un joven Sánchez emula al octogenario Harrison Ford en su eterna aventura en busca del arca perdida del poder a cualquier precio. Al héroe de la Moncloa no le asusta la acción, y es capaz de poner todos los efectos especiales al servicio de su causa política para seguir siendo el protagonista principal de esta tormentosa legislatura. Lo de ahora se podría titular “Indiana Sánchez y el dial del destino”, parafraseando el título de la última película de la saga del arqueólogo cinematográfico convertido desenterrador de cunetas y libertario de los pueblos oprimidos.

El dial del destino no es una emisora de radio para arengar a los españoles y convencerles del magnífico futuro que les espera bajo el paraguas de la subvención y las cesiones a sus socios de pantalla. En realidad, parece el Santo Grial de la amnistía, que se ha convertido en la llave de la gobernabilidad con la que mantener a los malos de la peli en la maldita oposición. No es que Puigdemont y Sánchez estén buscando la copa usada por Jesucristo en Última Cena con el ahínco que la oposición gallega rastrea las playas en busca de pélets. No es eso. Es que los microplásticos son objeto de alquimia, como la amnistía, para transformarlos en oro electoral, en votos parlamentarios con los que abusar del decreto-ley y caminar hacia la felicidad completa de esa España tan reaccionaria como progre que roba a los ricos para dárselo a los pobres.

Somos un país de serial, de enorme fidelidad cainita, de predilección por la confrontación y la división social. Los sueños colectivos no importan como en el cine, sino que lo que verdaderamente mueve la política española es la ambición de poder y la falta de escrúpulos para lograr los objetivos. Lo que Sánchez, Puigdemont, Junqueras y Otegi persiguen es que los astros se alineen en torno a su alianza estratégica con la que evitar la alternancia democrática. Esa es la finalidad verdadera de ese perverso juego de aritméticas, mayorías y minorías: asegurar el futuro mediante la predicción de la posición planetaria con el dial del destino. Ya lo dijo Leire Pajín en tiempos del presanchismo: el acontecimiento histórico planetario consistía en el encuentro de Zapatero con Obama, aunque el de Sánchez y Biden se gripó por el camino debido al carácter osado y díscolo con el que Pedro labra su destino. 

En realidad, el dial de Sánchez es un muro sanitario con el que dividir a los españoles en ciudadanos de primera y de segunda dando a los territorios velocidades distintas en la persecución del ideal de la igualdad. El dial del destino es la famosa bola de cristal en manos de la política sin escrúpulos. Es decir, el BOE, los Presupuestos, las instituciones y los tribunales al servicio del régimen, todo el aparato del Estado en conjunción planetaria con la que conquistar nuevos mundos de pensamiento único. El dial del destino, un tesoro político con el que parar el tiempo en beneficio de Sánchezmont. 

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