No valió un Mundial, pero sí un mundo. La victoria del COB es decisiva para la permanencia, pero también para la continuidad de casi todo. Para empezar a trabajar y para intentar aspirar a más. Para cambiar el miedo por la ilusión. Estalló el Pazo en la grada en un último cuarto de manicomio y respiró aliviado el graderío cuando salía del Paco Paz.
No era para menos. Los primeros 25 minutos daban miedo con un equipo dominando por eso mismo. Un COB incapaz de jugar con confianza en ataque y de contener a un Alicante muy completo. Y de golpe cambió todo.
Chaz Williams y Fahrudin Manjgafic habían jugado casi solos contra un equipo entero y daba para estar en partido. Y ahí apareció Kur Kuath. No fue no el máximo anotador, ni el que más rebotes cogió y tampoco el que más valoró, pero irrumpió en el partido y lo cambió todo.
Atrás empezó a intimidar y a tocar balones por todas partes y en ataque a hundir en el aro todo lo que le pasaban o lo poco que fallaban sus compañeros. En siete minutos y medio anotó 12 puntos, capturó 4 rebotes y llegó a los 25 de valoración.
No fue el mejor, pero sí el más importante. El equilibrio perfecto, la rabia contenida, la explosividad indefendible.
El COB tiene, ahora sí, todos los billetes para seguir en la LEB Oro la temporada que viene y si hubiese referéndum en el Pazo no creo que hubiese dudas que quién sería el primero de la lista en renovar si se pudiese elegir a dedo.
