Opinión

Tiempo importante

Un año más comienza la Iglesia con los cuarenta días de preparación para su solemnidad más importante que cambió el mundo y debiera marcar la existencia de cuantos se dicen creyentes. Este año de manera muy especial es un tiempo de recogimiento y revisión interior. Es la Cuaresma. Un tiempo, también para salvar a todos los seres creados y al medio ambiente hasta que venga ese arco iris del que habla Noé en el libro del Génesis.

Un tiempo de conversión. Así acaba el Evangelio que la Iglesia lee en este domingo: “Arrepentíos y creed en el Evangelio. La Cuaresma es una oportunidad, para intensificar la oración y la penitencia y para abrir el corazón a la voluntad de Dios. En esta cuarentena, si la vivimos a fondo, recorreremos un itinerario espiritual que nos irá preparando a vivir el gran misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, ante todo mediante la escucha atenta de la Palabra de Dios, la práctica de la caridad con los más necesitados y el cuidado de toda la realidad creada. 

El papa Francisco en el mensaje para este año dice que “es un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.  La fe es la fuerza que en silencio, sin hacer ruido, cambia el mundo y lo transforma, y la oración es su expresión. La oración es la que mantiene encendida la llama de la fe. Al final del evangelio, Jesús pregunta: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc.18,8). Es una pregunta que nos hace pensar. 

La fe nos asegura que Dios escucha nuestra oración y nos ayuda en el momento oportuno, aunque la experiencia diaria parezca desmentir esta certeza. La oración cristiana no es expresión de fatalismo o de inercia: más bien, es lo opuesto a la evasión de la realidad, al intimismo consolador: es fuerza de esperanza, expresión máxima de la fe en el poder de Dios, que es Amor y no nos abandona. 

Pero la fe, para el creyente debiera ser el impulso para que el testimonio de la caridad sea contundente. Una fe que ignore la caridad y la olvide nunca podrá ser auténtica. Como punto de partida, conviene recordar que para la Iglesia “la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su esencia”, dice el papa.  “La Iglesia, al prestar ayuda al mundo y al recibir del mundo múltiple ayuda, sigue diciendo Francisco, sólo pretende una cosa: el advenimiento del reino de Dios y la salvación de toda la humanidad. Todo el bien que el Pueblo de Dios puede dar a la familia humana al tiempo de su peregrinación en la tierra, deriva del hecho de que la Iglesia es sacramento universal de salvación, que manifiesta y al mismo tiempo realiza el misterio del amor de Dios al hombre”.

Este mensaje del pontífice recoge fielmente el compromiso que todos los bautizados debieran reflexionar.

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