Opinión

Complicómetro

Una persona amiga de la parroquia en la que vivo en la zona de Estoril, a la que adorna un gran sentido del humor, me decía el otro día que hoy está de moda el “complicómetro”. En realidad, le dije que desconocía el sentido de la palabra en cuestión hasta que fui a averiguar al diccionario. ¡Y existe! Miren ustedes la palabra complicativo, complicado o complicador y afines de las mismas y llegarán a descifrar el verdadero significado de la palabra en cuestión. 

Y viene al caso porque hoy en día nos encontramos en nuestro deambular por la calle con muchas personas muy complicadas que “pocas veces hablan a lo liso a lo llano y a lo no entrincado” como aconsejaba el Quijote a Sancho. Gente a la que les cuesta ir directos al tema que desean abordar. Les gustan los circunloquios, las retorcidas expresiones y les cuesta en muchas intervenciones ir al tema sin perderse por los cerros de Úbeda.

Por desgracia, estos casos se dan en todos los sectores de la vida sin excepción: discursos interminables, alocuciones sin fin, conversaciones retorcidas y, si me apuran, homilías que nunca se sabe cuándo van a acabar Ya los papas están recomendando homilías de 10 minutos. Porque si somos sinceros, el saber resumir es la virtud de personas inteligentes y es así como se les entiende, porque cuanta más “verborrea” menos eficaz es la alocución.

Estamos viendo cómo en campañas electorales se utilizan palabras huecas, repetitivas y que nada dicen al pueblo llano, que es muy simple y desea que se les diga en poco tiempo lo esencial. Estamos, por ejemplo, en época en la que menudean los discursos, las alocuciones y los pretendidos mensajes de campaña electoral. La mayor parte es una “filfa” que pretende únicamente captar al personal y cuyo contenido queda en unos minutos en el olvido. Y tanto en la política como a nivel personal.

Si fuésemos capaces de captar las conversaciones, ya sea paseando o en una tertulia de una mesa de cualquier terraza, comprenderíamos que en esas conversaciones menudean las críticas y no faltan expresiones que complican la vida de unos y los otros. Así de claro. Somos incapaces de hablar en positivo sobre los demás, sobre todo porque los celos y la envidia que reina en mucha gente les impide una sana convivencia.

Total, resumiendo y concluyendo, algunos llegan a la conclusión de que existe un sentido más instalado en el centro de nuestras cabezas, al menos de algunas, y es el “complicómetro”, al que algunos echan mano a la hora de liar las cosas y sin duda es el motivo de tantos líos y discordias. Todos sin excepción deberíamos examinar continuamente nuestro complicómetro y tratar de limpiarlo de malas intenciones y de la propensión que algunos tienen a la hora de complicar las cosas al vecino.

Las cosas son mucho más simples de lo que parecen y es necesaria la buena voluntad y el deseo de paz y concordia para dejar de complicar la vida a los que necesitan caminar con tranquilidad. Porque muchas veces vemos a muchos que van por la calle desnortados precisamente porque son infinitos los problemas que les acucian y a ello debiéramos todos ayudar para que ese equilibrio nunca se pierda y puedan contribuir a la buena marcha de la sociedad. Porque, para terminar, el “complicómetro” debiera ser instalado en todos cuantos tienen responsabilidad de cualquier tipo en la sociedad para “descomplicar”.

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