Opinión

Las despedidas

Cuenta la anécdota que en una ocasión, a un gran pintor le encargaron pintar la eternidad. Sin dudarlo pintó a dos despidiéndose a la puerta de una casa. Es terrible, y personalmente a mí me saca de quicio. Desde que en cualquier reunión se dice "nos vamos" hasta que se montan en el coche y se van pueden pasar hasta horas. Recuerdo a la esposa de un querido embajador en Lisboa que, conociendo mi manera de pensar sobre el tema, me dijo que cuando hubiese cenas me iba a invitar siempre porque sabía cortar y salir. Puedo presumir de ello, porque lo contrario es desquiciante. Se levantan, les pides el ascensor y nada, se les ocurre hablar de lo divino y humano precisamente en el momento de la despedida. ¿Han comprobado cuánto tiempo perdemos despidiéndonos a la puerta? Observen y verán.

Porque, además, ocurre otra cosa. De repente te viene una visita sorpresa que empieza a hablar de todo, se toma el café, la merienda e incluso la cena, abordando muchísimos temas. Suelo decir para mí: "Para todo eso no vienes". Pero justo cuando ya dicen que se van te sueltan: "A propósito, ¿no conocerá usted a tal persona para encontrarle un trabajo a mi hijo?" ¡A eso venía! Lo demás fueron fuegos de artificio y elementos de distracción porque lo traían todo bien organizado para, de improviso, a ver si te pillan y les haces el favor.

Hay otra muy curiosa. Va algún anticuario a visitar a un cura (hecho real) y le empieza a convencer de que le venda una imagen que allí tiene que, por otra parte, carece de valor artístico. El cura se niega en redondo. Pero después de horas tratando de convencerlo le dice: "Bueno, pues ya que no me vende esa imagen, véndame al menos esa pequeñita que tiene en el altar lateral arrinconada". ¡A por eso iba, porque es la que tiene valor, que el pobre cura apenas conocía! Y claro, después de la "batalla" por la otra va y se la vende. La citó en la despedida... De aquí que, a pesar de fallos gravísimos en este campo, muchas veces algunos curas cayeron en la trampa bien estudiada justo en la despedida.

Bien creo que habría de hacerse una tesis sobre las despedidas de todo tipo, engorrosas y ralentizadas unas, manipuladas las otras, agotadoras todas ellas. Otras despedidas son las de los funerales. Momentos en muchos casos para la hipocresía. Elogios inmerecidos, pésames protocolarios, abrazos con doble intención esperando recompensa cuando a lo mejor el que da el pésame ni conocía de vista al susodicho difunto. Todo esto, fruto de la manera de ser de los humanos, que olvidamos el valor del tiempo, sin medir lo que supone y dedicándose a perder horas con intenciones de lo más variopintas.

En el fondo damos poco valor a nuestras horas y a veces las perdemos de la manera más absurda y engañosa. Hemos puesto algunos ejemplos a los que podríamos añadir muchos más. Cada uno sabe los suyos.

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