Opinión

El dolor por Valencia

Con toda la intención he dejado este comentario para el Jueves Santo que celebramos hoy. La catástrofe ocurrida en Valencia requiere que en un día como hoy la tengamos muy presente. Ha sido terrible y bien creo que tardará mucho tiempo para que los valencianos retomen con serenidad la vida normal. El Triduo Sacro son días de dolor y quebranto al ver como el Inocente de la Historia muere y se desangra en la cruz del Gólgota. Únicamente la fe puede ayudar un poco a superar aquel terrible dolor en medio de unas llamas devoradoras y cientos de personas sufriendo y algunas muriendo en el empeño de salvar sus vidas de aquella vorágine que tuvo en vilo a todo el mundo. Por eso yo desde aquí quisiera hacer una llamada a las personas de fe, que son muchas, para que unan aquel dolor al del Gólgota. Solo así un poco de consuelo y un alivio en la medida de lo posible.

El incendio fue lo que fue y, desde luego, al menos para mí, con muchas incógnitas sin resolver todavía. Pero ha habido algo muy importante y que demostró la solidaridad del pueblo valenciano en especial y de España en general. Aquellas muestras de afecto y cercanía con las puertas abiertas para los damnificados han sido una manifestación de que la gente tiene corazón y de que llegado el momento saben manifestarlo. La gente es buena y lo demuestra en circunstancias como ésta.

Han sido muchas y variadas las catástrofes acontecidas desde hace tiempo, y baste recordar el 11M, los atentados de Barcelona y ahora esto de Valencia, sin olvidarnos de las naturales que la misma naturaleza nos depara por doquier con tantas borrascas y contratiempos. Por todo ello, para cuantos tenemos fe estos días son muy indicados para revivirlos junto al gran Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Porque mirando a tantas imágenes que en estos días salen a nuestras calles, representaciones con impresionantes muestras de dolor y lágrimas, vienen a nuestra memoria tantos de estos sucesos que comentamos.

Todo eso y más nos reflejan tantas imágenes de Cristo crucificado o incluso en brazos de su Madre Dolorosa, cuyas lágrimas surcan su rostro. Son incontables las representaciones de la “pietá”, comenzando por la de Miguel Ángel del Vaticano sin olvidar la Quinta Angustia, que está a la entrada de la capilla del Santo Cristo de nuestra Catedral, las “pietás” de Banga, Ribadavia, Parada de Ventosa, Santa María Madre o Videferri… entre otras muchas. Y como dicen en Cuenca: “Espadas de dolor atraviesan tu tierno pecho. Que este pueblo, beso a beso, te acompañe con su amor”.

Pues bien, sirvan estas líneas de este Jueves Santo para reavivar nuestros sentimientos y nuestra fe para poder llegar a la mañana de Pascua con la alegría de saber que el sufrimiento nunca acaba en la cruz y que es la gloria la que nos hará felices al final. Es el aleluya pascual el que mueve todas nuestras vidas. Porque tenemos que reconocer que nuestra religión no es religión de muertos sino de vivos.

Este es el consuelo que debe quedarles a cuantos han sufrido tantas y tan variadas desgracias. Hemos visto la solidaridad con los damnificados valencianos. Para ellos todo nuestro apoyo y que la cercanía manifestada últimamente sea el inicio de un nuevo estilo para este país, últimamente tan dividido. Porque solo con la unidad podremos ir adelante. Todo este problema no deja de ser también una llamada a los arquitectos e ingenieros para tratar de prevenir el futuro catástrofes como la de Valencia.

 Este es mi deseo para esta Semana que celebramos desde la fe y también desde la solidaridad y el amor.

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