Opinión

Frustrados herederos

Es muy triste comprobar como grandes familias, y las pequeñas también, se vienen abajo por el interés, en suma, por el dinero, por las herencias. Todos conocemos en nuestro entorno cómo se han roto familias, se han dispersado hermanos una vez que han desaparecido los padres y todo por culpa de las herencias. Capitales que parecían muy bien cohesionados y que al desaparecer uno de los fundadores aquello se queda en nada. Muy triste ver familias rotas por causa del dinero… Pero cuando menos, sorprende y produce perplejidad el final de algunos personajes quienes en sus últimas voluntades postergan a algunos de sus hijos ya sean naturales, biológicos o adoptados en toda regla.

A mi reciente memoria llegan Fernández Tapias, Carmen Sevilla o Concha Velasco, y nada digamos de los desaguisados posteriores al óbito de Rafaela Aparicio y la ¡pobre! Gracita Morales e incluso Lina Morgan, de lo que según rumores se “aprovechó” el asturiano padre Ángel y sus Mensajeros de la Paz. Las herencias, lejos de ser motivo de discordia, debieran serlo de unión. Pero, por desgracia, pocas veces ocurre. Conservar el “nido” en el que nacieron los hijos debiera ser motivo fundamental para cultivar y reinar la concordia. 

Somos muy humanos y de ahí nacen esas luchas fratricidas (nunca mejor dicho) que provocan indeseadas divisiones. Y lo grave es que esas divisiones llevan a romper familias y a destruir uniones que otrora parecían eternas. He tenido la experiencia de actuar de albacea en varias herencias y puedo dar fe de que al final siempre han surgido divisiones insalvables. Y lo más grave es que, cuanto mayores son las herencias más grandes son los jaleos entre los herederos.

Y más grave todavía es que saliendo de las reuniones de los herederos cada uno se fue por su lado y nunca más se volvieron a hablar. ¿Es posible fque siendo hijos de los mismos padres que han trabajado toda su vida para ellos acaben a golpes unos con los otros? Pues puedo dar fe de que es cierto.

Y si echamos un vistazo a las llamadas revistas del corazón el problema se agranda. Vemos también cómo familias con un alto nivel económico acaban llevando a sus padres a una residencia de ancianos mientras ellos “viven” de las grandes herencias que han recibido de aquellos a los que una vez enviados a una residencia, muchas veces nunca más los fueron a ver. Creo haber contado aquí como un señor con una alta posición económica en Madrid hizo lo imposible para introducir a su madre en el asilo y una vez que la dejó allí nunca más la volvió a ver en la residencia que estaba y está en Ourense, de donde eran nativos. Muy triste. Ya murieron la buena madre atendida por las religiosas y él en Madrid, donde ejercía de médico.

El tema de hoy es muy sangrante pero es la más cruda realidad en muchas familias. Cuidar, mimar y proteger en casa a nuestros progenitores conforta los sentimientos y uno se siente con del deber cumplido, que es uno de los mayores placeres y es muy costoso tratar de mimar los últimos días de las vida de nuestros progenitores que muchas veces llegan incluso a hacer brotar las lágrimas cuando ya ni te conocen. Lágrimas, pero alegría en el corazón que es lo principal.

Hoy en día con el alzhéimer esto es muy corriente ya que hoy viven más años y en la ancianidad es difícil cuidar y tratar a personas muy queridas y que muchas veces te desconocen e incluso te desprecian porque tu cara les resulta extraña… pero es así y, pese a ello, está el gran consuelo de cuidar a los que nos criaron y mimaron de pequeños y por quienes dieron y dan todo lo que tienen. 

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