Opinión

El humor y la alegría

Me imagino que coincidirán conmigo si les digo que la inteligencia va pareja con el sentido del humor y la alegría. Personalmente así lo creo.

Una persona inteligente suele ver todo en positivo y es capaz de ser alegre y tener sentido del humor. Muy triste es una sociedad cuando está cabizbaja y siempre en negativo. Con esta clase de personas nunca podremos llegar muy lejos. En cualquier reunión, incluida la política, en cuanto aparece por allí un pesimista aquello se vuelve irrespirable. Tenemos que ser capaces, incluso en la situación actual tan confusa a todos los niveles, de fijarnos en lo positivo, que siempre hay algún motivo de alegría y esperanza por pequeño que este fuere.

Y en la vida religiosa mucho más. Porque debiéramos siempre tener presente que el centro de la fe es la Resurrección de Cristo, el aleluya pascual que debiera inundar todo nuestro quehacer diario, Desgraciadamente esto algunos lo olvidan continuamente. Ya san Pablo, en medio del Adviento y ahora en la Cuaresma, lo repite: “¡Alegraos, alegraos siempre en el Señor!”.

Supongo que me habrán leído o escuchado más de una vez un ejemplo que repito muchas veces y que se lo digo a los que asisten a mis misas. Es el siguiente: 

Una persona va a un cine, a una discoteca o a cualquier acto público y desde el escenario o el altar mira a la concurrencia y observamos que los rostros de las personas están normales y alegres. Peo si vamos a una misa y los vemos, algunas caras parecen un poema. ¿No han sido capaces de asimilar la alegría cristiana? Una vez estaba yo predicando una tanda de ejercicios a jóvenes y observé que en el primer banco estaba una persona con la cabeza entre las piernas y en una actitud que, lejos de ser de recogimiento, parecía un funeral. Me acerqué y le pregunté: “¿Usted se siente mal, le duele algo?” Respondió de inmediato: “No; estoy rezando”. Me faltó tiempo para decirle: “No rece así, cambie de aspecto porque de lo contrario estos jóvenes van a creer que está enfermo. ¡Eleve el espíritu, acreciente el humor y cambie de aspecto”. 

Esa es la realidad de algunas comunidades, como en aquella en la que presidía un funeral y cantábamos a lo largo de la ceremonia y una persona se acercó y me dice: “No canten que esto es un funeral”… Quedé perplejo y traté de explicarle que las ceremonias cristianas, sin excepción, tienen que ser siempre alegres. 

Me gustaría que todos comprendiesen esto bien, sobre todo ahora en la Cuaresma que es la preparación para la Pascua, la fiesta alegre por excelencia y que celebramos al asistir a la Eucaristía.

La Vigilia Pascual comienza precisamente con el canto alegre por excelencia que debiera inundar toda nuestra espiritualidad: la “Angélica”. ¡Exulten por fin los coros de los ángeles, las potestades del cielo…! Y todos nosotros debiéramos reflexionar y celebrar con verdadera alegría todos nuestros actos religiosos.

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