Opinión

La avaricia

En el ataúd no llevaremos nuestros bienes acumulados”. Esta frase la ha pronunciado el papa Francisco en una de sus catequesis de los miércoles hablando de los pecados capitales. Reflexiona él sobre los vicios y virtudes. Y esto tanto a los que tienen muchos bienes como los que tienen pocos.

Es una enfermedad del corazón más que de la cartera. Acaparamiento compulsivo o acumulación patológica. Los bienes acaban poseyéndonos. La vida del avaro es fea. Podemos ser dueños de los bienes que poseemos pero a menudo sucede lo contrario: son ellos al final en poseernos. Esto sucede a los que tienen muchas riquezas, que se aferran a cosas de poca importancia pero de gran valor para ellos. La avaricia impide al hombre la generosidad. Es un vicio transversal que afecta por igual a ricos y pobres.

El método drástico para superarlo es el de los monjes: muy eficaz que es la meditación de la muerte. Los bienes se desmoronan en el mismo momento en que los poseemos. Algunos ricos ya no son libres, sin tiempo para descansar, ansiosos con la fortuna que se adquiere con mucho esfuerzo pero se pierde en un momento. Dios no es pobre y es lo que el avaro no entiende. Hay que ser generosos con todos.

Muy posiblemente los avaros nunca caen en la cuenta de lo efímeras que son las riquezas, las cosas materiales. Las grandes obras de los monjes se han llevado a cabo merced al esfuerzo físico de sus trabajos. Han seguido a san Benito tratando de cumplir el “ora et labora”, sólo así llegaron a terminarse los grandes monasterios, los grandes templos monásticos ya de todas las clases de estilos muchas veces sin grandes arquitectos que los hayan dirigido. Este es el ejemplo a seguir.

Yo me pregunto, aun cuando ya sé la respuesta, si los avaros son felices. Mi respuesta es negativa. Les falta la felicidad porque al poner todo el afán en las cosas materiales nunca el corazón se va a ver saciado. Una vez más me viene a la memoria la célebre frase de san Agustín de Hipona: “Nos hiciste, Señor, para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”. Esta es la verdadera pauta a seguir para el buen creyente. Nuestro corazón nunca se llena de “cosas” porque únicamente lo inmaterial, que eso es Dios, es quien puede llenarnos totalmente.

Por eso el papa Francisco, que en sus catequesis trata temas muy cercanos, aborda los pecados capitales a sabiendas de que son los temas que más acucian a los mortales. El corazón tiene ansias de infinitud y las cosas materiales, ninguna de ellas es infinita. Únicamente, por definición, solo Dios y la trascendencia es infinita. Lo demás es pasajero.

Por eso el avaro, en su afán de riquezas, nunca es feliz porque siempre piensa en almacenar más que, como dice el papa, nunca van a poder introducir en el ataúd.

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