Opinión

La paz

Estamos comenzando un nuevo año pero, tristemente, los graves problemas continúan igual, sea Ucrania, Israel, Gaza y otros lugares de América y África en donde la convivencia parece insoportable. La Iglesia celebra la Jornada de la Paz el 1º de enero y en ella el papa se vuelca como hace los miércoles y domingos, sobre todo en sus distintas alocuciones. El tema de la paz está presente prácticamente en todos los discursos papales. Recuerdo en la 55 Jornada celebrada en 2021, en plena pandemia, cuando dejó Francisco bien claro su pensamiento: “Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera”. Un llamamiento a los gobernantes y a cuantos tienen responsabilidades políticas y sociales, a los pastores y a los animadores de las comunidades eclesiales, con humildad y perseverancia, que se conviertan cada día en artesanos de paz. Ya san Pablo VI lo denominó con el nombre de desarrollo integral.

Graves son las guerras, a lo que se unen los efectos del cambio climático que parece quiere acabar con este mundo. Es más urgente que nunca que se promuevan en todo el mundo condiciones laborales decentes y dignas, orientadas al bien común y al cuidado de la creación. Olvidar el planeta empeora la tragedia del hambre y la sed, y sigue dominando un modelo económico.

El papa Francisco suele marcar tres pilares para la verdadera paz: el diálogo entre generaciones, la educación para la libertad y el trabajo como verdadera realización de la dignidad humana. Dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos.

Por otra parte, la oportunidad de construir juntos caminos hacia la paz no puede prescindir de la educación y el trabajo, lugares y contextos privilegiados para el diálogo intergeneracional. Por eso, el papa insiste en que la instrucción y la educación son motores para la paz.

Alude el papa al aumento de los gastos militares y a la búsqueda de un proceso real de desarme internacional que no puede sino causar grandes beneficios al desarrollo: “Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación, religiones, gobernantes, a toda la humanidad”. 

Y el papa pide un pacto que promueva la educación en la ecología integral, según un modelo cultural de paz. Invertir en la instrucción y en la educación de las jóvenes generaciones es el camino principal que las conduce, por medio de una preparación específica, a ocupar de manera provechosa un lugar adecuado en el mundo del trabajo que construye la paz, con los jóvenes que se asoman al mercado profesional. La solución solo llegara con una mayor oferta de las oportunidades de trabajo digno.

El trabajo, en efecto, es la base sobre la cual se construyen en toda comunidad la justicia y la solidaridad. El trabajo es una necesidad, de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. Es más urgente que nunca que se promuevan en todo el mundo condiciones laborales decentes y dignas, orientadas al bien común y al cuidado de la creación.

Es realmente impresionante y desgarrador el esfuerzo de todos los papas y sobre todo Francisco luchando por la paz, rogando por ese bien tan preciado y hoy olvidado que es la paz y la concordia entre todos los pueblos. En todas las partes del mundo estamos viendo luchas encarnizadas perturbadoras de la paz y el diálogo.

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