Opinión

Las fieras del alma

En las catequesis de los miércoles, el papa Francisco sigue “aterrizando” con su mensaje que, sin duda, llega al comportamiento y defectos de las personas en la vida cotidiana. Ha hablado de los pecados capitales, dedicando a cada uno y a las virtudes contrarias unas palabras certeras. Bien creo que debieran los creyentes leer estas alocuciones papales y tratar de sacar positivas consecuencias.

Últimamente ha dedicado su intervención a lo que él llama “las fieras del alma”. En su discurso afirmó entre otras cosas:

“Podemos dar nombres a estas fieras del alma: los diversos vicios, el ansia de riqueza que aprisiona en el cálculo y la insatisfacción; la vanidad del placer, que condena a la inquietud y la soledad, y de nuevo la codicia de la fama, que genera inseguridad y una necesidad constante de confirmación y protagonismo, y así siguiendo. Son bestias ‘selváticas’ y como tales hay que domarlas y combatirlas, de lo contrario, devorarán nuestra libertad”.

Todos los creyentes, sobre todo en tiempo de Cuaresma, estamos llamados a la reflexión, a la oración y sobre todo a enderezar nuestras vidas por el camino verdadero, que es el marcado por Jesús en los Evangelios. El monje trapense Erik Varden, obispo de Trondheim, acaba también de ofrecer las mismas ideas: “El cristianismo no es incompatible con ninguna época: la fe ofrece respuestas a las verdaderas preguntas de hoy”. Y en esta línea está el mensaje de la Cuaresma cristiana. Es un camino a recorrer para llegar a la mañana de Pascua totalmente renovados, cumpliendo las exigencias de nuestro bautismo. Un tiempo dedicado a la Palabra de Dios, a nuestra renovación cuaresmal, a la oración, a la conversión verdadera y al amor a los hermanos. Así es cómo la Cuaresma es un llamamiento y una oportunidad de renovación.

El evangelista san Marcos recoge esquemáticamente el sentir del retiro de Cristo en el desierto y las distintas tentaciones. El Miércoles de Ceniza nos dejó una frase lapidaria: “Arrepentíos y creed en el Evangelio”. Por eso el ayuno y la abstinencia, lejos de ser un lema más, es el verdadero resumen del camino del cristiano hacia la Pascua.

En esta época en la que nuestras calles se llenan de mensajes y se vociferan tantas consignas políticas y sociales, la del Miércoles de Ceniza nunca puede ser una más, sobre todo viendo de quién viene. La Iglesia, si cae en la tentación de utilizar la política en sus enseñanzas, estaría condenada al más rotundo fracaso. Por muchas razones, pero sobre todo porque estas “fieras del alma” de las que habla el papa van a la vida interior, personal y al comportamiento espiritual de las vidas cristianas, muy lejano de muchos postulados políticos.

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