Opinión

Paco Vázquez

Francisco Vázquez, en una entrevista, lanza una serie de ideas de gran valor, sobre todo por venir de quien viene: “En España supone una dicotomía ser católico y de izquierdas”. Le echan de menos en el Vaticano y como alcalde de su ciudad, A Coruña. 

Todavía hoy, cuando pasea por A Coruña, le siguen rogando que vuelva a la alcaldía, de la misma manera que en el Vaticano se le aprecia como el embajador que supo ser puente efectivo y afectivo. Los cinco años que pasó en Roma fueron un periodo de no pocas turbulencias en las relaciones Iglesia-Estado. Esa honestidad y apasionamiento de Francisco Vázquez se traduce también sobre el papel en “Dicho queda. La mirada de un católico” (PPC), que recopila todos los artículos publicados por este socialdemócrata cristiano durante la última década. 

“Como católico -dice-, soy un ciudadano más que escribe sobre lo que piensa y vive, y que se sienta con sus hijos y, sobre todo, con sus nietos, para compartir sus inquietudes. Soy un católico que da testimonio de católico por coherencia”. En España sabemos todo de nuestros políticos, pero rara vez sabemos de su confesión religiosa. Sin embargo, es un tema fundamental. 

Preguntado sobre si ser católico y de izquierdas es posible hoy, responde: “Dar coherencia en esa dicotomía tan difícil de resolver en nuestro país lo entiendo de una manera sencilla: como una lectura del Evangelio. Mi generación universitaria fue la ‘promoción Vaticano II’. Para nosotros, la fe fue y es una condición determinante para los demás aspectos de nuestra vida. Crecimos en un tiempo en que se nos dijo que los católicos debíamos participar transversalmente, y quien salió más favorecida desde esta apuesta fue la izquierda, porque se nutrió de los jóvenes de los movimientos cristianos de base, como la Juventud Obrera Católica, Cursillos de Cristiandad. Los que llamaban los ‘vaticanistas’ en el PSOE procedían de estas realidades. Hoy no cabe esa transversalidad. Yo espero que mis nietos reflexionen sobre la necesidad de que políticamente haya una plataforma política independiente pero identificada con los valores que la Iglesia representa”. 

En otro momento le preguntan cómo tiene que votar un cristiano y responde: “En primer lugar, los obispos tienen que darnos orientaciones. El silencio de la jerarquía es interpretado como miedo. Y no se interpreta el silencio como una oferta conciliadora de diálogo y acuerdo. La Iglesia, por tanto, tiene que hablar y el voto católico tiene que discernirse, a partir de lo que Benedicto XVI llamaba los principios irrenunciables, entre los que destacan, como más importante y trascendente, el derecho a la vida, junto a la libertad religiosa y a la libertad de los padres para educar a sus hijos.

“Zapatero quería tener algo más que un gesto de diálogo. Por eso, no envió a un diplomático de carrera sino a un embajador político, un embajador político ante un contexto especial. Lo que sucede es que había pocos socialistas que se manifestaran como católicos. Prácticamente, José Bono y yo. Él, en Defensa, y yo, en Coruña. El regalo fue que pude ser embajador ante Benedicto XVI, un papa que yo admiraba por sus escritos sobre los fundamentos de Europa, porque estableció los principios fundamentales del diálogo de la Iglesia con la sociedad. Benedicto XVI siempre subraya que Europa es algo más que una realidad geográfica, política o económica, es una realidad de valores como la democracia, la tolerancia y la libertad, que nacen de la herencia griega y romana, pero fundamentalmente de los principios cristianos”.

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