Opinión

Una virtud necesaria

En general las virtudes religiosas favorecen la convivencia y crean buen ambiente. Es el caso, por ejemplo, de la humildad. Un reciente estudio llega a afirmar que la religión favorece la convivencia. Vivimos en un mundo en el que es muy escasa esta virtud porque la presunción, los honores, el dinero y la corrupción lo invade todo. El "Don Dinero" es el señor más preciado, creando envidias, comparaciones odiosas y protagonismos falsos y efímeros. ¿Para qué vale el dinero si al final se va a quedar aquí? Y ¿de qué sirven los honores y los puestos socialmente de prestigio si hoy son, y mañana nadie se acuerda?

En el fondo, bien creo que es la soberbia uno de los males causantes de tanta acritud y malestar, de la mayoría de los enfrentamientos. Todos quieren salir en la foto, a todos les gusta ir en primer lugar de las listas electorales y, por mucho que les cueste aceptarlo, es cierto el dicho de que "a nadie le amarga un dulce".

Este verano he estado en Cabo Verde y me ratifiqué en algo que ya sabía y que es todo lo anterior. En aquella tierra, pobre de recursos, sin agua en muchas casas, existe en las calles y en el contacto con las personas un ambiente bien distinto al que se respira en Europa. La gente es feliz en su pobreza, goza con una sonrisa amiga, disfruta con un balón confeccionado por aquellos niños a base de cincuenta mil ataduras. ¡Pero son felices y disfrutan comiendo su célebre “cachupa”! Recuerdo una tarde tomándonos un refresco en una terraza frente a una playa. Niños muy pequeños, increíblemente jovencitos, pero que organizaron un partido de fútbol mientras sus mayores, allí al lado, hacían gimnasia en grupo y dirigidos.

Los niños, cada vez que la pelota se les escapaba hacia nosotros, se acercaban, y con una sonrisa nos pagaban con creces las posibles molestias. Son así, paseándose por la ciudad con unos rostros relajados rezumando tranquilidad interior. Saben vivir de lo poco y con poco se conforman. ¡Para qué más! Frente a esto está el llamado mundo del progreso, del consumo y la comodidad que nunca es auténtica porque nunca se sacia en su anhelo de ir a más siempre consumiendo siempre y organizando fiestas tan sofisticadas que al final crean también desazón en algunos.

Por eso la sencillez y la humildad crean el mejor de los climas para la convivencia, justo lo que hoy en día se necesita aunque ello suponga caminar contracorriente. El confort embota, el placer crea ansiedad de más y la soberbia genera una desazón interior que nunca es buena. Por eso cuando uno se encuentra en nuestros pueblos lejanos a personas sentadas en medio de la plaza, con su gorra y su bastón y la mirada limpia, se nos refresca la mente y nos ayuda a vivir un poco mejor, que es lo que se necesita en realidad.

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