Opinión

Entre dos mundos

La muerte de Paco de Lucía es un ciclón. Pocos músicos han alcanzado en vida la repercusión mundial del de Algeciras, y no son palabras huecas. Lo más normal era que estuviera en gira permanente, al igual que los grandes del circuito del jazz, y a los que él en su persona había sumado al flamenco.

Estandarte de la música culta y la popular se hizo celebérrimamente reconocible por una rumba virtuosa y mayúscula incluida en su disco “Fuente y Caudal”, de 1973, que casualmente se ejecutó en las postrimerías de la grabación del disco para completarlo, ya que aparentemente se quedaba corto. El disco ha sido reeditado en cinco ediciones y revisionado hasta seis veces.

El golpe fue de impresión, aquella melodía eclipsó la carrera estelar del hijo de Lucía Gómez, “la portuguesa”, de quien le viene el nombre artístico y el marchamo de procedencia de parte de madre, y de Antonio Sánchez, que ejerció sobre el guitarrista una presión descomunal. También es cierto que entres sus referentes musicales no figuraba el de su progenitor, sino el genial Sabicas y el Niño Ricardo.

Paco de Lucía implosionó en muchos campos, algunos por voluntad propia, como el tándem junto a Camarón, una lección imprescindible para disfrutar de ambos pilares fundamentales del flamenco, con discos que saben a gloria, el último, “Potro de Rabia y Miel”, un testamento para el de San Fernando. Cuentan que en las grabaciones, su padre, Antonio Sánchez, actuaba vigilante entre ambos –Camarón y Paco de Lucía– para que nada se saliera de madre, es obvio que no siempre lo consiguió. A la muerte de Camarón, Paco de Lucía la sufrió como si fuera un hermano, a dolor, casi un año estuvo ausente del circuito; sumó las críticas de la familia, acusado de firmar para sí la mayoría de unas composiciones de los discos del gaditano; aquellas puyas levantaron más que sarpullidos.

La incursión en el jazz no fue por voluntad propia, tuvo mucho que ver en ello el bueno de Pedro Iturralde, en 1967, que trabajaba en la idea de sumar jazz y flamenco a imagen y semejanza de un disco germinal como “Sketches of Spain”, de Miles Davis. La reacción del padre de Paco de Lucía no se hizo esperar, y a pesar de las reticencias, todo aquello era muy nuevo para el guitarrista, la incorporación a un grupo como el de Iturralde, introducido en el circuito internacional del género, le aplicó una visión mucho más amplia si cabe y dinamitó por así decirlo el encorsetamiento del flamenco como género, a partir de ahí quedaba abierta la puerta del mestizaje. Quedan para la historia dos discos, “Jazz Flamenco”: vol. 1-vol. 2.

Paco de Lucía popularizó el flamenco, le dio otro aire y se hizo una estrella, avalado por su concepción de la música y su virtuosismo exagerado.

En Febrero de 1980, sobre el pabellón deportivo del Madrid otro hito. Tres pesos pesados de la guitarra, él, John McLaughlin y Larry Coryell, tres pilares de la guitarra, tres instrumentistas de leyenda, el arranque de la gira de” The Guitar Trío”, que los llevó por todo el mundo. Al Di Meola, ocuparía el hueco de Coryell. Casualmente, todos, salvo Paco de Lucía, pasaron por Ourense.

Tras la experiencia, el guitarrista abordó en solitario su apuesta por el mestizaje y la fusión bajo su propio sentir de los tiempos; en 1981, forma un sexteto junto a Jorge Pardo (saxo y flauta), Rubén Dantas (percusión), Carles Benavent (bajo) y sus hermanos, Ramón de Algeciras (segunda guitarra) y Pepe de Lucía (cante). Aquel formato, con cambios, algunos inevitables como la muerte de Ramón.

En sus múltiples facetas, clásicas, interpretó como los dioses a Manuel de Falla, jazzísticas o flamencas, erigió un edificio único con la guitarra como base. La muerte sorprende a todos, por lo descomunal e inigualable de su obra, a pesar de que a los derroteros de la música le venga al pairo este tipo de autores, y a muchísimos guitarristas, que son conscientes del nivel inigualable.

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