Opinión

Orgullo de bandera

Este año celebramos el 175 aniversario de la bandera de España, la que conocemos también por la “rojigualda”. Desde Carlos III hasta Isabel II se afrontó la “trazabilidad” del diseño de nuestra enseña nacional. Y todo motivado por cuestiones de “visibilidad”, pero no tal y como ahora lo entendemos cuando se habla de “visibilizar” algo, sino por motivos de identificación de navíos en ultramar y evitar desafortunados percances y accidentes navales, descargas de troneras incluidas. 

Finalmente, un 13 de octubre de 1843, la hija de Fernando VII firmó el real decreto donde decía que "la unidad de la monarquía española y la actual organización del Ejército y demás dependencias del Estado exigen imperiosamente desaparezcan todas las diferencias que hasta ahora han subsistido" y dictaba que banderas, estandartes y escarapelas debían adoptar los colores rojo y amarillo. 
Precisamente en el pasado desfile del 12 de octubre, a continuación de las banderas de las unidades participantes, también se exhibieron las réplicas históricas de coronela “Guardias del Rey” (reinado de Felipe IV); estandarte real correspondiente al reinado de Carlos III, perteneciente al regimiento Palma 47; bandera de la Armada del reinado de Carlos III (1ª bandera con los colores actuales); bandera del Regimiento Infantería Príncipe nº3 (reinado de Isabel lI); bandera de la Academia General Militar (reinado de Alfonso XII) y enseña del Regimiento Infantería Tercio Viejo de Sicilia 67 (reinado de Juan Carlos I / Felipe VI).

Nuestra bandera no pasa precisamente por su mejor momento, pues es denostada por algunos sectores sociopolíticos y porque no siempre goza del protagonismo que se merece como tal símbolo representativo del Estado. Cuando no es ultrajada en público, es obviada cuando debe exhibirse por obligatoriedad legal. Es nuestra enseña madre que acoge a su lado, como se conoce en la Ley 39/1981, de 28 de octubre, por la que se regula el uso de la bandera de España, al resto de símbolos vexilológicos que representan a las Autonomías españolas y demás instituciones públicas. 

Como decimos, un símbolo incuestionable como la bandera del Estado está siendo cuestionado desde determinadas instituciones oficiales que, como tales, pertenecen al propio Estado. Y ya saben a cuáles nos estamos refiriendo. Se cuestiona cuando no se exhibe. Se cuestiona cuando se quema en público. Se cuestiona cuando aparece en alguna fachada de algún edificio en estado lamentable, en deterioro. Todas estas circunstancias implican lógicamente un mensaje que quieren transmitir sus impulsores. Sencillamente, están diciendo que reniegan de los colores de la “rojigualda”. Menos mal que su historia se remonta a 175 años, por los que pasó por diversas vicisitudes políticas y a pesar de ello ha prevalecido, al margen de diseños temporales como durante la Segunda República, donde su tercera franja fue cambiada por el morado.

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