Opinión

Orgullo y sentimiento

Quizás sería más adecuado utilizar el título de la famosa novela de Jane Austen “Orgullo y prejuicio” (1813) para definir nuestro comentario. En los últimos días hemos asistido a una muestra de solidaridad internacional a raíz de los ataques terroristas producidos en París. Tanto la enseña tricolor -azul, blanco y rojo- como el himno nacional conocido como “La Marsellesa” se han prodigado por doquier.

Acontecimientos sociales, institucionales, ciudadanos y deportivos, han puesto de manifiesto una actitud de orgullo y de sentimiento de apoyo a una nación que fue víctima de una violenta acción terrorista.

Edificios iluminados con los colores de la bandera tricolor gala, interpretación del himno de Francia en recintos tan emblemáticos como los estadios de Wembley o del Bernabéu coincidiendo con sendos encuentros balompédicos de gran difusión mediática, han sido claros ejemplos de lo que estamos comentando. Empezando por esa otra imagen impactante que fue ver como las dos cámaras legislativas francesas se reunían en una solemne sesión para entonar al unísono “La Marsellesa”.

Eso es lo bueno que tiene disponer de un himno con letra. En España nos limitamos al tarareo y eso como que no resulta tan solemne. Sólo nos queda escucharlo con solemnidad.

La cuestión es la que ahora todo el mundo se pregunta por aquí y por allá. Una cuestión hipotética. Cuál hubiese sido el escenario si esas situaciones hubiera que extrapolarlas a este país llamado España. Porque aquí también hemos padecido atentados terroristas. Pero surgen dudas si en un siglo XXI del que llevamos consumido una quincena de años, hay que dar muestras de esa unanimidad de sentimiento de Estado, de respeto al himno y a la bandera. Un himno al que se pitó en dos relevantes citas deportivas de enorme trascendencia y una bandera que todavía hay instituciones que rehúsan utilizar.

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