Opinión

Cementerios

Una o dos veces al año honro a mis difuntos visitando el cementerio. Pero el de vivos. Un recinto, que como en el de muertos, el paso de los años le va comiendo espacio. En este camposanto, al igual que en el otro, hay un poco de todo: personas que se fueron pronto, sin tiempo para los apegos, o aquellas que sobrevivieron a más de una época. Los columbarios de la niñez y adolescencia son mis preferidos. Me gusta dedicarles unos minutos para, si la nostalgia acompaña, que no siempre, echarles un responso. Recorriendo las galerías de nichos, compruebas que también hay vivos enterrados en tumbas que semejan oropeles y los que van a parar a la fosa común, esa en la que sepultas a quienes apenas dejaron huella y a los que el olvido acaba hasta por borrarles la identidad.

Cuando visito el cementerio de vivos, me doy cuenta que hay multitud de certezas enterradas: morimos y nos mueren.

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