Opinión

Enfermos de enfermedad

Existen escenarios en los que todos nosotros dejamos de ser para convertirnos en cosas. Sí, sí, cosas inanimadas pero dotadas de cuerpo, piernas, brazos, manos, cabeza... Por esta razón, más de una vez, he tenido la sensación cuando entro a un hospital que abandono a la persona para convertirme en una sucesión de número -el 408309-.Los dígitos de mi historial clínico y mis dolencias.

Es en ese momento, cuando creo que los médicos y demás sanitarios ven en mí a una enfermedad adosada a un cuerpo y no al revés, una persona que sufre una patología (palabra ya de por sí con marcada personalidad).

Y partiendo de esa realidad, no me resulta extraño ir en camilla, con el peor cuerpo posible, abriéndome paso entre personas de la calle en medio de un hall. O estar en plena consulta del Servicio de Ginecológica -sobra entrar en explicaciones- con fulanos que nunca has visto en tu vida entrando y saliendo para preguntarle a tú médico dónde piensa irse de vacaciones de Semana Santa. Está claro que en esos momentos no ven a una mujer incomodada por la inusual postura sino a una cosa practicando contorsionismo. Y qué decir cuando el especialista facultativo , de cuyo nombre no quiero acordarme, en vez de hablar conmigo y hacerme entender lo qué me ocurre, le habla a mi enfermedad, ignorándome por completo. Como cuando las arterias se confiesan íntimamente con mis venas advirtiéndoles de que la cuenta atrás para el infarto ya ha comenzado.

Por eso mismo, cuando el pasado jueves la gerente del Complexo Hospitalario de Ourense, Eloína Núñez, destacó como punto clave de sus planes de gestión para 2010 un modelo más centrado en el paciente, priorizando a la persona enferma con su entorno y no a la enfermedad, no pude menos que comenzar a sentir claros síntomas de mejoría. Por fin.

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