Opinión

Hiperrealismo televisivo

Las sustancias aparentemente más inocuas pueden causar un grave daño a la salud. Mental, sobre todo. Y las autoridades sanitarias o en su defecto las judiciales deberían tomar nota cuanto antes en favor del interés general de la población. Acabo de tener una experiencia alucinógena con una simple taza de té aromatizado con manzana y canela. Ocurrió el pasado domingo, frente al televisor, bebiendo a pequeños sorbos -a lo mejor es que estaba demasiado caliente o tenía canela de la buena- la puñetera infusión. En un momento dado, no recuerdo ni la hora ni el canal, comenzaron a desfilar personajes catódicos delante de mí. Hiperrealismo televisivo en estado puro.

Un tío ojijunto, con pose de dandi pasmado, con un montón de chicas a su alrededor, casi todas muy rubias -¿será un plus en las artes amatorias?-, revoloteando a su alrededor como cacatúas . Allí estaba él, Álvaro Muñoz Escassi, con sus ínfulas de gigoló de la jet venida a menos. Jinete del mundo rosa, con un buen palmarés de saltos de cama en cama. Seguro de sí, alegaba que las seleccionadas en el casting, agrupadas en jovencitas y maduritas, no eran muy de su agrado. Pero en este universo camp ellas también tenían su momento. Hasta creo recordar que hubo competencia desleal y toque hot-porn: Kelly, la del carácter subidito -según sus palabras- ofreciendo al macho musculado un masaje erótico ante las miradas escrutadoras y asesinas del resto. O eso creo.

Les aseguro que la experiencia fue traumática . Los efectos de la infusión hasta se prolongaron de madrugada y tuve sudores muy fríos por la noche, imaginando un universo de maduritas y jovencitas peleando por llevarse a la cama a prototipos sin sustancia. Mitad humanos. Mitad marcianos.

Desde ese día, ya sólo bebo gin and tonic frente a la televisión. Pero con mucho gin y poca tonic. Por si acaso.

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