Opinión

EL LÍDER

Ni cien días han tardado los políticos de la ciudad en desatar a esa especie de concejal alfa que todos, aún el más rezagado, cree llevar en su interior. Pero del mismo modo que no hay dos individuos iguales, mucho menos dos ediles, aunque compartan esa extraña obsesión por el reino natural, imitando ciertos comportamientos de la manada.

El pleno del pasado viernes (10 am -14,30 pm) fue una clase magistral de conductas políticas, por tanto sociales, asimilables a las de otras especies no necesariamente bípedas. Hubo quien no habiendo aún pasado los cuatro meses de rigor se aprovechó de su licencia de cachorro para hacer todo lo que le venía en gana: entrar y salir a su antojo del salón de plenos. ¿Creería que estaba en el cuarto de estar de su propia casa? (Señor alcalde, por favor, revóquele a Gonzalo Pérez Jácome esa concesión cuanto antes para que pueda continuar cuanto antes su desarrollo evolutivo como concejal).

Pero también se vio la puesta en escena de los políticos de rango medio, aquellos que semejan estar inseguros de sus posiciones y optan por la encarnizada pelea para probar su estatus. A veces, hasta insultan, para que no haya dudas sobre su dominio. (El portavoz del PP, Rosendo Luis Fernández, se entregó a fondo a este comportamiento en la primera sesión del nuevo curso político).

Sin olvidar el posicionamiento de los ediles de rango más bajo, aquellos que en la jerarquía deciden no pelear porque saben que perderán.

Aún así, afortunadamente, al igual que un perro nunca será un lobo, un político no debiera ser un perro y mucho menos intentar imitar al lobo alfa de la manada. Naturalmente.

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