Opinión

Secretos

Nada mejor que los niños para comprender la importancia de un secreto. Un poderoso vínculo con el que traspasar la barrera de la inocencia a golpe de intimidad. Porque un secreto, sin saberlo, les conecta, tal cual anillo de gusano, a las verdades y mentiras del mundo adulto.

Nada mejor que un cura para saber la importancia del secreto que le revela el parroquiano en el acto de la confesión. Un lugar infinito que permite pasar del mundo terrenal al celestial sin necesidad de ecuaciones con variables espacio-tiempo.

Pero desde un tiempo a esta parte, en que somos un poco más prácticos, nos movemos a través de un anillo de gusano tecnológico, un confesionario apto para todas las creencias religiosas. Me refiero al teléfono. El móvil tanto sirve para amar como para matar, por poner sólo dos ejemplos de verbos grandilocuentes. Y, por supuesto, confesar. Porque a través de ese diminuto aparatejo (hoy ya más sofisticado que práctico) con el que llenamos infinitos espacios y tiempos .

Por esos los jueces, los máximos garantes de un proceso judicial con todas las garantías, están llamados a extremar su celo a la hora de autorizar intromisiones en forma de pinchazos telefónicos. Su vulneración fue calificada recientemente por el Tribunal Superior de Madrid como tortura inquisitorial (¡ si Torquemada levantase la cabeza!) tras invalidar las escuchas obtenidas en la trama Gürtell. Y sin necesidad de entrar en insoldables tejemanejes políticos, la Audiencia de Ourense acaba de absolver a los nueve procesados en la Operación Avellana contra el narcotráfico porque la Guardia Civil puso la oreja en donde no debía.

En ambos casos, sus señorías, Baltar Garzón, por un lado, y la jueza de O Barco, en el otro, no comprendieron la importancia de los secretos al convertir en público aquello que exigía privacidad.

Ssssssss.

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