Opinión

El síndrome

A primera hora de la mañana, a mi ordenador le cuesta arrancar. Semeja estar somnoliento. Torpón. Sólo al tercer intento reconoce la contraseña de entrada (el password, ese horrible palabro que me recuerda a los modistos hablando de telas). El sistema operativo está reñido con el ratón, como si de repente se hubieran convertido en dos entes extraños separados por una distancia cósmica. Avanza el día y el computador comienza a colgarse.

Está abstraído en su propio mundo interior de chips, jumpers, condensadores... Tan pronto opera cansino, desencantado como comienza a temblar la pantalla tal cual taquicardia. Llegados a este punto sin retorno decido comunicar la incidencia al departamento de Informática, donde siempre hay soluciones ininteligibles para el común de los mortales. El técnico se acerca a mi mesa de trabajo, acciona unas cuentas teclas y enseguida da con el quid: -’Después de un mes de inactividad, hay que reiniciarse para superar el síndrome’.

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