Con el portero de fútbol David de Gea y el jugador del Athlétic de Bilbao, Iker Muniain, se ha desatado la fiera puritana del feminismo radical y de autoproclamados progresistas, que chillan como curas del pasado condenando los pecados de la carne conocidos por causas judiciales secretas que airean delictivamente funcionarios de la judicatura.
De acuerdo con una denuncia dentro del caso de un cineasta porno que supuestamente filmaba chicas menores de 18 años, una de las actrices, pero no menor de edad, mantuvo un intercambio de mensajes con David de Gea, portero del Manchester United y de la Selección Española.
El diálogo, por el que deberían encarcelar al funcionario que lo divulgó, hace pensar que ella quería extraerle información sobre supuestos encuentros sexuales anteriores con varios jugadores de fútbol.
El problema parece nacer de cierta amistad de De Gea con el pornógrafo, que aparentemente facilitaba chicas de sus rodajes a algunos futbolistas.
La mayoría de los jugadores nombrados en el caso acababan de superar la mayoría de edad no hacía mucho tiempo, con lo que poco antes las víctimas de los abusos sexuales de las actrices-prostitutas adultas habrían sido ellos.Pero, veamos otro ángulo: en las concentraciones de los mejores deportistas la testosterona y las feromonas de tanto músculo joven están mucho más activas que su propia inteligencia, buen sentido y ética.
Sin embargo, aquí no se utilizaron a las fans que los acosan: fueron prudentes. Su imprudencia: acudir a profesionales del sexo.
Como los musulmanes chiitas, los deportistas deberían gozar de una autoridad que los case y divorcie gozar unas horas.
En una sociedad occidental, un juez con señoritas o señores profesionales según sus preferencias: hetero, homo, o hasta las 32 pluralidades sexuales reconocidas ahora en Nueva York.
