Opinión

Indigenistas

Se unen un hombre 003 negro del Africa profunda, de familia pobre y analfabeta, pero con deseos de estudiar y superarse en el país más poderoso del mundo, y una antropóloga blanca de familia obrera interesada en culturas para ella exóticas, y de ambos puede nacer el presidente de EE.UU.


Obama no va a recomendarle a sus conciudadanos que imiten a sus antepasados, ni que revivan sus idiomas ni, sobre todo, las costumbres, algunas de las cuales pertenecían a la edad de piedra cinco generaciones atrás.


Pero al sur del mismo continente americano el presidente boliviano, Evo Morales, en lugar de buscar el futuro, quiere que los casi 40 pueblos-nación precolombinos de su país, en realidad tribus, vuelvan a las prácticas anteriores a los españoles, a los viejos idiomas que los mantenían aislados entre ellos mismos, y que masquen coca como rito, alimento y estimulante, aunque los mate jóvenes, desdentados y exhaustos.


Morales ha proclamado una Constitución cuyo espíritu arrincona a quienes no sean indígenas, revive dioses y supersticiones y hace competir la legislación moderna con antiguos códigos que, aunque se prohíban conducen a linchamientos.


Junto a Morales, alumno de Hugo Chávez, crecen otros indigenistas, menos radicales aunque igualmente populistas, como el presidente de Ecuador, Rafael Correa.


Imaginémonos estos países dentro de dos décadas: las tribus recuperarán viejos odios y guerrearán como en tiempos precolombinos, y serán más menesterosos por su aislamiento, endogamia, y rechazo de culturas competitivas.


Cultivan el folclore, bonito sólo visualmente para quienes han superado la pobreza: para vivir decentemente hoy no se pueden imitar tiempos pasados.


Parte de Latinoamérica vuelve a perder décadas, mientras las izquierdas románticas del Foro Social Mundial de Río y los nacionalismos étnicos antioccidentales alaban a estos dirigentes cuya herencia será miseria, ignorancia, resentimiento y barbarie.


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