Opinión

Yihad en la mezquita

La cobardía que provocó entre tantos españoles la cadena de atentados del 11M de 2004, aliada a la corrección política y al relativismo por miedo a ser tachados de islamófobos, ha provocado un temeroso silencio general ante la aparición del yihadismo en numerosas mezquitas que crecientemente se establecen en España. Debería sorprender la nula reacción y análisis de los políticos gobierno y oposición, especialmente la laica, tras lo ocurrido días atrás en la espectacular mezquita “de la M-30”, la carretera de circunvalación de Madrid, construida y sostenida por Arabia Saudita. En su centro cultural y en su cafetería operaba, al menos, un grupo yihadista de unos quince miembros autoproclamados “Brigada Al-Andalus”, que supuestamente tiene tres de sus “hermanos” combatiendo en el terriblemente sanguinario Califato Islámico en Siria e Irak, y, naturalmente, proponiéndose volver a España. Pregúntese a qué. Posiblemente esa mezquita es la más controlada del país, a pesar de que su joven imán, Hussam Khoja, es un saudí que jura ser pacifista porque el islam es una “religión de paz”, como repiten desde Barack Obama hasta millones de perseguidos en peligro de muerte religiosa en Asia, África, e incluso en algunos barrios de ciudades europeas.

Entre tanto, y con cada vez más mezquitas de toda España en precaria vigilancia ante su posible y previsible radicalización, la izquierda andaluza exige convertir en centro mixto islamo-católico la catedral de Córdoba, extensión de la mezquita construida sobre una basílica cristiana, cuando el conjunto está consagrado como iglesia desde la Reconquista de la ciudad, hará ahora 777 años. Aunque sólo sea parcialmente, entregar esa capitalidad político-religiosa a quienes quieren restablecer Al-Andalus es crear múltiples comandos como el de la M-30, muchos más 11M, e incitar a que se proclame allí un nuevo Califato.

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