Opinión

Algo más que argumentos

El próximo lunes, y en la modalidad del uno contra uno, el jefe del Gobierno y el jefe de la Oposición dirimirán el último asalto televisivo que anuncian estas elecciones generales. La cita será más previsible que la mantenida por tres aspirantes a la jefatura del Gobierno y una vicepresidenta en los estudios de A3Media, y será también menos arriesgado en su puesta en escena. Las condiciones impuestas por la cadena de televisión privada a los participantes derivaron en un escenario que superó el absurdo y se convirtió en una tortura para sus protagonistas, tres horas de pie y a cuerpo gentil, sin un atril ni un lugar donde apoyarse, de una tirada y sin cortes ni para ir a hacer pis, y con los moderadores sentado ante una mesa como las que se suelen usar los directores de casting para hacer sus pruebas. La singularidad de las reglas influyó en el transcurso del debate y convirtió por tanto a los invitados en una especie de figurines de pasarela que mostraban serios problemas para accionar y moverse con soltura ante las cámaras, en un escenario hostil y con las banquetas atornilladas al suelo. Un disparate.

El del lunes será más tradicional y los contrincantes estarán sentados frente a frentes con Campo Vidal como árbitro de una pugna que tendrá cortes y se hará sin público asistente, con cuadernos, bolígrafos y vaso de agua. Puestos de trabajo cómodos para expandir el material de apoyo, sillones confortables para reposar los maltrechos riñones y un ámbito sosegado. La tiranía de la cosa mediática –llevo muchos años de profesión y aún no sé cómo llamar con propiedad a mi propio ámbito profesional- no debería exigir gimnasio ni preparación física a los candidatos. Y tampoco parece justo que imponga distinción y suma elegancia, si bien cumple reconocer que un vestuario bien elegido contribuye a dar mejor imagen. Ayer mismo, un programa de televisión presentó a un sujeto con voz destemplada y modales de cotorra al que sentaron en el estudio para que emitiera un juicio sobre el modo de vestir de los cuatro participantes. Con grititos histéricos, arrebatos de indignación y mucho meneo de manos, los puso a todos a parir. Especialmente a Albert Rivera, tome nota su asesor de imagen.

El lunes volvemos a lo gris, a lo de siempre y lo que es serenamente pelmazo. Casi lo prefiero. El circo televisivo para mí que se está pasando de la raya.

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