Opinión

El Cholo y la cara B

Como parecía generalmente asumido incluso por el propio infractor, el juez de competición de la Federación Española de Fútbol ha impuesto a Diego Simeone una sanción de ocho partidos, dos por la expulsión, cuatro por propinar un par de collejas al juez de banda, uno por desconsideración con el árbitro al que ridiculizó su decisión aplaudiendo, y uno más por mantenerse en la grada a pesar de las advertencias del colegiado que le pidió reiteradas veces que se retirara porque no está permitido que un entrenador expulsado permanezca cerca de sus jugadores y siga dirigiéndoles a mayor distancia. Simeone ha sido duramente castigado pero a la vista de su actitud durante el partido de vuelta de la Supercopa, el castigo es severo pero podía haberlo sido aún más si la federación hubiera tenido en cuenta otros factores.

Muchos podrán argumentar que el entrenador rojiblanco se dejó subyugar por la intensidad del choque y actuó así merced a su grado máximo de implicación con el equipo que dirige, pero el argumento apenas puede disculpar una actitud creciente del técnico atlético que está corriendo el peligro inmenso de confundir una actitud positiva y por tanto digna de valoración, con un peligrosísimo y perverso enfoque que es probablemente el punto que es necesario erradicar y con el que el Cholo lleva jugando al escondite demasiado tiempo. El pasado día al Cholo se le fue la olla y se convirtió en un agitador sin sentido común ni prudencia ante la complacencia de una parroquia atlética que siente, vibra y se regocija con su equipo pero que está corriendo el riesgo cierto de perder por completo los papeles. Su comportamiento del primer encuentro silbando y abucheando el homenaje a Di Stéfano manifiesta el grado de desasosiego con el que se comporta, y la iracunda sensación del de vuelta contribuye a ratificarlo. El Cholo lo sabe y sabe también que hoy por hoy en el Calderón él es Dios. Y que si decide arengar a su masa y soliviantarla hasta el límite lo logra sin duda jugando con una expulsión que él sabe que es justa y que merece. 

Aún está en muchas retinas la lesión que le produjo a Julen Guerrero siendo futbolista y el modo de perpetrarla. Y del mismo modo que se destacan sus muchas virtudes como técnico, a veces hay que recordar también su lado más perverso. Para que no se repita.

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