Opinión

El cilindro fantasma

En un mundo como el nuestro en el que las situaciones sorprendentes tienen cada vez menos cabida, un objeto no identificado de considerables proporciones y aspecto inquietante ha aparecido varado en una playa de Australia y reconozco que a mí esta visión ha conseguido despertarme la esperanza de algo mágico.  El objeto, un cilindro de un ligero color dorado de casi tres metros de altura, construido en metal de apariencia impenetrable, reluciente y macizo, no parecía tener nada que ver con nada humano y ese tipo de situaciones despiertan en los tipos con fantasía desbordada como yo mismo, un ligero escozor placentero que podría augurar cosas más sugestivas aún. Desgraciadamente, el encanto ha durado muy poco, porque un par de días después de que el cacharro apareciera plantado en mitad del arenal situado a doscientos kilómetros al norte de Perth, la Agencia Nacional del Espacio australiana ha tranquilizado a la población y acaba de comunicar que se trata de un resto de carcasa perteneciente a un cohete sólido si bien la agencia no parece estar todavía muy segura del asunto a juzgar por la nota oficial facilitada, lo cual, para aquellos que nos hemos quemado las pestañas leyendo a Julio Verne no permite atisbar retazo alguno de esperanza.

Vivimos en un tiempo en el que la alta tecnología permite lo justo y no deja mucho margen para imaginas historietas fantásticas. Los expertos en la material analizan el comienzo de una era dominada por la Inteligencia Artificial cuyas consecuencias no acaban de aquietar muchas voces preocupadas. Yo, por mi parte, me he puesto a escuchar lo que la IA está haciendo con los Beatles, y si bien una muestra titulada “Grow old along with me”, escrita por Lennon para su álbum póstumo y acabada por aplicaciones tecnológicas me ha despertado sentimientos tiernos nada más escucharlo, todo lo demás me ha parecido no solo prescindible sino incluso peligroso, lo que me inclina a consolarme escuchando “I want to hold your hand”  en bucle y que el sol salga por donde le dé la gana.

El cilindro de Perth era una de las pocas posibilidades de dejar volar la imaginación pero, con mejor o peor fortuna por parte de las autoridades australianas, el fuego parece apagado. Qué le vamos a hacer, otra vez será. O no…

Te puede interesar