Opinión

De la misma quinta

Acabo de saber que Mario Conde y este servidor somos de la misma quinta  aunque las afinidades de la edad no enturbian el abismo que no separan a ambos especialmente en solvencia económica y bienes inmuebles. No conviene olvidar que en 1987 y en la suicida operación que se encargó de pilotar vendiendo a una multinacional italiana la firma de laboratorios farmacéuticos que compartía con Juan Abello, obtuvieron 58.000 millones de pesetas, la mayor inversión de capital privado llevada a cabo en España hasta esa fecha. Si bien es verdad que el agujero que dejó en Banesto era de 450.000 millones, algo sospecho yo que le quedó de aquello porque un cerebro como el suyo previene medidas y contramedidas. Yo me gasto cincuenta euros en una armónica y me arrepiento. Él no.

Él, juega en otra liga y eso que somos de edad calcadita. Y seguro que no lo recuerda como es natural, pero cuando ambos éramos mocitos, coincidíamos con cierta frecuencia en aquellas noches de Playa América, él peinado a la gomina y yo, con los pelos más en la línea de George Harrison, él en un super todo terreno de la época, y yo en Mini de color amarillo. En suma, que no nos parecemos tanto.

Sospecho sin embargo por lo que leo con su firma y lo que dicen de él las crónicas sociales, que tras algunos reveses duros con los que la vida te pega y te deja tieso, algo o mucho ha debido cambiar  en los adentros de este personaje  de infinitas potencias durante un momento especial en la historia de este país en la que todo el mundo quería pegar un pelotazo que lo subiera a las novena nube y todo el mundo mariposeaba por acabar en política.  A finales de la década de los 80 y principios de los 90, todo el mundo quería ser Mario Conde aunque, a estas alturas de la historia y sabiendo lo que sabemos, es probable que el único que no quisiera ser Mario Conde –fue nombrado presidente de Banesto con 39 años e investido Doctor Honoris Causa de la Complutense por ese mismo tiempo- fuera él mismo, un personaje de inteligencia sublime quien, por esa misma y contundente razón, era consciente sin duda del lío en que se estaba metiendo. Un lío cada vez más ingobernable hasta que todo estalló por los aires, el Gobierno intervino el banco y él acabó en Alcalá Meco por cuatro años y medio.

Siendo sin embargo de la misma quinta, seguro que en lo común, nos gusta lo mismo. Tocar la guitarra, los boquerones en vinagre y los Beatles. Igual sí, que tierno.

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