Opinión

Debate a dos voces

La historia de los debates televisivos es, por desgracia, la de una historia cien veces contada tan necesaria como inútil. Somos un pueblo que ha pasado de no tener debates a tenerlos a cientos, porque ha pasado de no poder votar a votar cada dos por tres, y nos ha ocurrido como a los trabajadores de la catedral de Santiago, que les daban salmón para comer todos los días y acabaron repudiándolo y escribiendo una carta al obispo amenazando con dejar la obra si volvían a encontrarse el salmón en sus escudillas. Los debates de los aspirantes a nuestra presidencia  -en el del inicio de semana hubo dos aunque que yo sepa los que aspiran a serlo pasan de la media docena- no son como los de los Estados Unidos, cuya sociedad es más asequible en materia de convencimiento y a un candidato le puede costar la ruina no ya su discurso político sino el color de su corbata o el hecho de que le descoloque la dentadura postiza durante el coloquio. Eso no pasa aquí.

Tengo para mí que nuestra sociedad –que es menos susceptible a los signos externos, y más madura en el plano ideológico- tiene más pesado y medido su voto del que alardean los estudios de prospección en su cuenta de indecisos. Por eso, no creo que el cara  a cara del lunes pueda influir decisivamente en la marcha de los comicios. Entre otras cosas, porque el guión del encuentro estaba ya escrito y los contendientes no se separaron un ápice de los protocolos impuestos por sus equipos asesores. Sánchez se aferro a los pactos del PP con Vox y su inmoralidad manifiesta que lesiona los derechos de las mujeres maltratadas, y Feijoo tenía anotado entrar a matar por la vía del Sí es Sí que había puesto en la calle a 108 reos y había permitido la reducción de sus penas en otros 1.079 casos. Como quiera que no existe  la más mínima complicidad entre ambos y los dos se desprecian mutuamente, el encuentro se limitó a un bronco diálogo a cara de perro, tirante y confuso que no permitió informarse sobre propuestas, soluciones a problemas cotidianos, capacidad de corrección de situaciones límites en el caso del presidente y remedios a aplicar por parte del jefe de la oposición. Nada que no se supiera de antemano y nada que permitiera un diálogo constructivo. Feijoo quiso ofrecer la imagen de un hombre pausado y tranquilo como quieren sus consejeros, y a Sánchez se le fue alguna vez la mano en la vehemencia, como no quieren los suyos. Mejor Feijoo sospecho, porque es más fácil su posición. Pero nada más. El 23 ya veremos.

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