Opinión

El dragón dormido

Hay personajes en la historia de Francia que te dejan muy inquieto. Está por ejemplo ese caballero por nombre Gilles de Rais, esforzado en el campo de batalla y amigo y admirador de Santa Juana de Arco que en sus ratos libre era el asesino de niños más feroz y sanguinario que la Humanidad recuerda. Los raptaba a cientos y los torturaba y vejaba en las entrañas de su castillo hasta darles muerte. Fue ajusticiado junto a sus colaboradores bajo la lluvia en un sombrío paraje y azotado por el viento.

Dominique Strauss-Kahn es un sujeto que lleva genes de sátiro y se le notan los recovecos del alma con solo echarle un ojo a su propia mirada. La última de sus apariciones públicas ha coincidido con la acusación de un grupo de prostitutas que eran contratadas para ejercer en las orgías salvajes de este pavoroso sujeto y cuyos relatos de las fiestas domésticas a las que acudían producen escalofríos. Afirman en sus declaraciones que eran veladas tan extremas que en ellas se practicaban todos los vicios y lacras que uno pueda imaginarse y las que uno no se imagina incluyendo el bestialismo. Strauss, al que sus irregulares apetencias sexuales le han costado la dirección del FMI, su matrimonio y su carrera política, se excusa diciendo que no participaba en más de tres o cuatro orgías al año y que ignoraba que las participantes en estas bacanales fueran prostitutas como si ese tipo de aficiones fueran propias de cualquier ciudadana.

Lo que resulta más inquietante es que un sujeto del que todos conocían sus inclinaciones y que ha ido tapando bocas de mujeres afrentadas a base de dinero como la camarera de la habitación de su hotel en Nueva York a la que trató de violar mientras le hacía el cuarto de baño, fuera elegido para presidir el Fondo Monetario Internacional y estuviese en un tiempo seriamente comprometido en la carrera por la presidencia de Francia. Ahora, las activista del pecho desnudo se le tiran el capó del coche mientras pasa de incógnito y yo le pronostico un mal final, pero todo el mundo en un tiempo le tenía por una estrella política en alza sabiendo que, tras su aspecto de hombre de acción algo tosco pero de carácter, dormía un dragón alado.

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