Opinión

El eterno debate

El documental planteado sobre la vida, pasión y casi muerte de Rocío Carrasco que la cadena de televisión privada Tele 5 está programando en varios capítulos y que ha roto, al parecer, todos los registros de audiencia establecidos a lo largo de este atípico año, no puede ser puesto en duda desde el punto de vista estrictamente legal porque con su proyección no se ha quebrado ninguna ley ni se ha vulnerado principio de derecho alguno. La emisora ha obtenido una materia que sirve de base al documental a cambio de algo o incluso a cambio de nada –las versiones expresadas al público por parte de la fuente y del transmisor aseguran que Rocío Carrasco no ha cobrado nada por sus confesiones- y ha puesto delante del espectador una sucesión de hechos de supuesto interés que sus espectadores han valorado muy positivamente y los están devorando, a juzgar por las cuotas de pantalla alcanzadas por cada una de las entregas.

Sin embargo, a medida que sus contenidos lanzan a la opinión pública argumentos progresivamente más potentes, la posibilidad de meditar sobre la situación es también más necesaria, sobre todo porque son los actores del caso los que deben hacerse preguntas y deben tratar de contestarlas. Es la propia judicatura la que debe reflexionar sobre su papel en este y en otros muchos casos de semejante naturaleza, y debe preguntarse si acaso está cumpliendo con su cometido o está implicándose en situaciones como las que se narran en la serie, muy por bajo de sus posibilidades reales. Y en esa misma necesidad, también deben meditar las empresas de comunicación sobre el enorme peligro de asumir papeles que no le competen. Por ejemplo, sustituir a la propia legislatura en el tratamiento de situaciones que exigirían un tratamiento mucho más riguroso en los tribunales. ¿Deben entregarse a la consumición popular materias que en su estado natural pertenecen a la vida privada de cada cual sabiendo que su revelación va a generar una tormenta de opiniones capaces de emitir juicios y sentencias donde la propia justicia no ha sido capaz de expresarse?

Se trata, en efecto, de un veterano debate que siempre está donde está y que nunca se ha resuelto a satisfacción. Abierto y sin solución, sigue su curso sin que nadie se decida a meterle mano.

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