Opinión

El país bonito

Decía un inglés amigo mío que los españoles teníamos  mucha suerte porque éramos habitantes de un bonito país. Lo decía de un tirón, colocando sonrisa de pillo y masticando las palabras con su lengua de trapo, haciendo especial énfasis en la palabra “bonito” que, como consecuencia de su especial dicción, sonaba más expresiva y dulce todavía como si en boca de un espectador proveniente de tierras lejanas sonara más sincera y más rotunda. Llevo un mes en el que apenas me he bajado del automóvil y que, como consecuencia de una agenda apretada de citas ineludibles, me he visto en la obligación –y en la devoción también- de recorrer, avanzando en varias tierras de este país tan bonito. Decía don Miguel de Unamuno cuando ya estaba en Salamanca que resultó ser su particular paraíso, que el mejor remedio para los nacionalismos exacerbados era viajar mucho. Cómo llevarle la contraria a un sujeto que es capaz de escribirse un tomo tan complejo, sesudo, profundo y sentido como “La agonía del cristianismo”. Si Unamuno tenía razón en casi todo lo que pensaba a pesar de que, por su particular bondad, algún lío se hizo en materia política, aquí también la tenía y muchas mentes obtusas deberían hacerle caso y ponerse al camino.

Yo lo he hecho al volante por Galicia, las dos Castillas, el País Vasco, Asturias y Cantabria estos últimos días, para caer rendido ante la evidencia de que este  territorio entre el mar y los Pirineos es, ante todo y sobre todo, hermoso en su soberbia pluralidad que mi amigo Edmund captó a la primera hasta el punto de que resolvió cambiar Londres por Estepona y ahora vive, rico y feliz, participando en rallies de coches antiguos en su país de origen ataviado con un mac de cuadros, gorra y gafas, y devorando sardinas al espeto cuando vive donde más le gusta que es en su país bonito. También dejo dicho esta vez el canciller Von Bismarck, que los españoles son los humanos más fuertes de la creación porque llevan siglos tratando de destruirse a si mismos y no lo han conseguido, pero ese es otro debate.

España, esa piel de toro bravo como dicen los poetas aunque a  mi me cueste Dios y ayuda  adivinar donde está esa piel, es un país para comérselo, bebérselo, amarlo y admirarlo. Yo doy gracias todos los día por haber nacido aquí.

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