Opinión

La enfermedad contagiosa

Los expertos están de acuerdo al considerar las pérdidas de perspectiva que aquejan al presidente a medida que transcurre su tiempo en la Moncloa. Resulta paradójica la, al parecer, indefectible presencia de este fenómeno deshumanizador y pernicioso que se va adueñando del inquilino de una residencia incómoda e incluso hostil para sus moradores. Fue Suárez el que comenzó a poner a punto una vivienda inhabitable en el primer momento, y sus sucesores han ido acondicionándola poco a poco para darle un carácter más amable sin conseguirlo según me cuentan, a pesar de múltiples esfuerzos por intentarlo.

Pero a pesar de este escenario tan poco confortable, Moncloa tiene una atracción irresistible. Y es que quien la ocupa ostenta el poder y eso son palabras mayores. Acabo de escuchar al candidato Feijoo quien aplica, como argumento principal de su discurso y pieza clave en el inventario de ideas que va a oponer a Sánchez, la necesidad de quebrar el hermetismo del presidente y su apego a los fastos, la pompa y la circunstancia, mostrándose como un ciudadano de tantos que no necesita parapetarse tras los fastos de su cargo y que ejercerá de presidente del Gobierno como podía hacerlo el director de una sucursal bancaria. Algo así como menos Falcon y más asomarse a las calles y convivir con el administrado y enterarse de lo que le pasa.

Convengamos en que, en efecto, a Sánchez le ha podido la soberbia y ha acabado convertido en un tirano de los gestos y un esclavo de la magnificencia, una enfermedad que no es el primero en padecer naturalmente. Tengo  un referente próximo que no es ajeno a Presidencia del Gobierno y que no deja de sorprenderse por el terremoto que significa cualquier desplazamiento del presidente, al que esto de moverse por el mundo ha acabado gustándole y cada vez que eso ocurre se pone patas arriba toda la Administración General del Estado. Pero sospecho que no es Sánchez el único infectado por el mal de la Moncloa que acaba devorando al que traspasa el dintel de su puerta. Si su próximo inquilino es Núñez Feijoo imagino que llegará lleno de buenas intenciones. Otra cosa es como salga. Sánchez, si sale, no lo hace en buenas condiciones. Un repaso a sus cuentas así lo considera.

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