Opinión

El fascista antifascista

Alguien escribió algún día, creo que fue una personalidad tan respetada y tan poco sospechosa como Oriana Fallaci, que los peores fascistas son los que se creen antifascistas y nadie mejor que ella –era una antifascista militante incansable, hija de un partisano que peleó en la Italia en guerra civil de Mussolini- para contarlo y la historia perversa del mundo para otorgarle la razón. En el caso del ataque al presidente Rajoy, el agresor responde claramente al estereotipo de un adolescente violento e iracundo que sale de las sentinas.

Es un pasional de la izquierda extrema sin el menor código ético, analfabeto político que ni atiende a razones ni tiene el más mínimo conocimiento, hincha radical de un equipo de fútbol al que usa para echar fuera sus demonios íntimos desde la grada, y se ha fermentando en un ámbito de iguales que predican la bronca y la violencia –ya hay publicadas varias conversaciones entre los miembros de su clan en las que sus amiguetes le incitan a que le saque los ojos y le escupa en las cuencas- lo que convierte a este adolescente descerebrado y absurdo en un sujeto peligroso más por inconsciencia supina que por la posibilidad de saber el alcance moral y judicial de lo que ha hecho.

El historial en el que han indagado los periódicos nos ofrece por tanto el perfil de un niño de familia estructurada y conocida en la tradicional Pontevedra, que ha salido descarriado y se ha metido en círculos de militancia sombría que sin duda le harán terminar mal. El llamado “Capi”, de eso sí estoy seguro, no sabe quién es Oriana Fallaci. Por fortuna, muchos sí sabemos quién era y conocemos la profundidad, independencia, lealtad y potencia de su pensamiento. No hay peor fascista que el que se cree antifascista, y este bobo esposado y sonriente, orgulloso de su hazaña, es la prueba.

No hagamos pues más historia de este percance que el que merece, y deseemos al presidente que no le duela el puñetazo más que lo que un golpe a traición duele. Se ha portado con la mayor dignidad y también lo han hecho de ese modo sus rivales políticos. Por tanto, es un desgraciado incidente y esa España de incidentes desgraciados es la que nadie quiere. Eso sí. El agresor ha de ser tratado en función de su acto. Es un menor pero no puede salir impune quien le atiza a un presidente del Gobierno.

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