Opinión

Gloria a la desorientación

Hace algunos años que Instagram entró en nuestras vidas y, cabalmente, sin prejuicios ni ideas preconcebidas, aún es el día que me pregunto cuáles son sus propósitos y para qué sirve realmente. Bajo me modesto y muy particular punto de vista, la plataforma abierta no me ofrece otra cosa que jóvenes despampanantes aunque mayoritariamente inexpresivas, que se limitan a subir fotos en posado sexy, apariencia admirable y sobresaliente recreación corpórea que tampoco añaden mucho más a la sensación abundantemente percibida de que los cuerpos de veinte años, bien cuidados, sometidos a dietas rigurosas, machacados por el ejercicio continuo, y aderezados por la más avanzada cosmética, dan un espléndido resultado estético. 

Pero no parece existir en este universo paralelo que se despierta de buena mañana y se acuesta a las tantas sin variar un ápice su cansina cantinela, otra meta que mostrar el lado más idiota de la belleza. Confieso que, en un primer momento, yo también piqué el anzuelo y me di de alta en toda cuanta red social se me puso en el camino ya fuera de uno o de otro contenido o simplemente no lo tuviera. Pero para mí, la curiosidad pasó muy deprisa y se fue diluyendo pronto como un azucarillo. Yo ahora apenas las utilizo.

Acabo de enterarme por fuentes diferentes a la de mi propia cuenta -cuya contraseña he olvidado y sigo sin ánimo de recobrarla o cambiar por otra que me permita acceder a ella- que a la actriz Megan Fox se le ha permitido comparecer subiendo fotografías propias completamente desnuda, lo cual, según he entendido, es un hecho no habitual porque la red es muy estricta en ese sentido y no permite desnudeces. Tampoco es que me importe mucho pero me abono a mi opinión de que estos argumentos audiovisuales existen y se mueven en una continuado contrasentido, porque no parece comprensible que un escenario virtual que parece expresamente pensado para el lucimiento de mujeres jóvenes en lo mejor de su deslumbrante belleza ponga trabas a exhibir los motivos principales de su comparecencia  en todo se esplendor. 

Como quiera que ya estoy en una edad en la que estas cosas adquieren comprensiblemente  la condición de pura anécdota,  dentro de un rato se me habrá olvidado tanta banalidad y estaré dándole vueltas a una buena peli del Oeste. Pero constancia de lo que me sugiere, no me importa que quede.

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