Opinión

De los nombres del partido

Desde que  Adolfo Suárez resolvió abrir la puerta y legalizar el Partido Comunista  en una operación rocambolesca y susceptible de desembocar en una sugestiva película, el PC ya no ha sido el mismo. Es cierto que, poco a poco pero con carácter inexorable, la doctrina comunista fue cediendo presencia y capacidad de influencia en Europa hasta acabar desapareciendo, pero ese proceso de desintegración paulatina fue en España más temprano y posiblemente más doloroso que en Italia, por ejemplo. O en Francia. El país amanecía tras el largo invierno de la dictadura franquista y el PC se convirtió en refugio de muchos jóvenes políticamente  activos y deseosos de explicarle al mundo lo que significaba su condición de antifranquista. La fórmula dio en llamarse “eurocomunismo” para tratar de desvincularlo de leyendas negras de antaño y desnudarlo de dogmatismos y purgas a la vieja usanza. Una vez desnaturalizado convenientemente y puesto a punto desde un punto de vista estético, acogió a un amplio abanico de alegres intelectuales de extracción burguesa, desde Víctor Manuel y Ana Belén a Pachi Andión, y desde Enriqueta Carballeira a Mario Camus, Miguel Ríos o Pablo Guerrero propiciando una nueva estirpe de izquierda ilustrada y militante que acabó devorada por la propia naturaleza de la reinterpretación de las reglas. Cantantes, actores, escritores, artistas plásticos, realizadores, abogados y periodistas  se dieron de alta en el partido, dispuestos a encauzar su propia utopía y explicar de un modo medianamente coherente si fuera posible que la estabilidad económica e incluso la opulencia no estaba reñida con el compromiso social. 

Desde aquella operación que no terminó en nada bueno, la izquierda a la izquierda ha ido dando tumbos buscando un camino para mantener viva la llama, y ha elegido sucesivas denominaciones de lo que se le iba ocurriendo en pos de la conservación del Partido Comunista a pesar incluso del Partido Comunista, que acabó desapareciendo por razones obvias, devorado por la inexorable exigencia de los nuevos tiempos.

El PC se ha llamado por tanto, a partir de entonces, de muchas formas y ha recibido incontables enmiendas a la totalidad e infinitos tratamientos. Es probable que ahora se llame Sumar, como hace relativamente poco se llamó Izquierda Unida. Lo que no está tan claro es hacia dónde camina, una cuestión de ajuste fino que no saben ni han determinado sus propios dirigente. ¡Ah, aquellos viejos tiempos!

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