Opinión

OT, quince años y un día

Llevo muchos años escuchando música de todos los colores pero confieso que la gala del rencuentro de Operación Triunfo en directo desde el Palau San Jordi, me pilló con los rulos puestos y aún no me he repuesto del impacto. No pretendía verla pero a uno le pilla el crimen tomando un taco y se entrega manso. Que sea lo que Dios quiera me dije. Y Dios no quiso.

OT fue un fenómeno de impacto en la España que acababa de abandonar la peseta y se enfrentaba a un siglo nuevo sin saber muy bien por dónde se abriría el camino. De hecho, la fructífera aunque sobrevalorada promoción musical de los noventa que se ganaba bien la vida en los escenarios y aportaba un buen nivel de personalidad en su heterogénea propuesta musical, se encontró de buenas a primeras frente a un producto artificial listo para copar el pop nacional con intérpretes que procedían de una rigurosa selección y recibieron una formación moldeada y común. Con ellos se creó un estilo inconfundible aunque dudoso y ellos acapararon los mercados.

De aquella primera promoción sobreviven cuatro: la cándida Rosa y su cuento del patito feo, el incontinente Bustamante, Chenoa tan dispuesta y compleja, y sobre todo el mejor. David Bisbal, que ha acabado por sumarse el poder latino, aquel que, al amparo de un poderoso lobby que domina el espectáculo desde Miami, ha engullido lo poco bueno que pueda ofrecer el pop autóctono en estos delicados momentos. Quince años después, la cadena pública ha reunido a los triunfitos primeros y los ha soltado en un escenario. Una gran gala en directo en el Palau San Jordi con el aforo a tope. O casi.

El concierto fue un esperpento. Un adefesio de sonido desangelado y lamentable, con puesta en escena de hace quince años y sobre todo, unos protagonistas que desafinaban como chacales, quizá el punto más sorprendente y escalofriante de este absurdo programa. Un desfile de clichés –Camus, Gisela, Verónica, Parreño, Casademunt- aullando desesperados, voceando consignas para concienciar a una tropa desencantada, y recorriéndole la escena sin resuello obligados a coreografías exigentes que les reventaban. Fue por tanto una risión, pero como la técnica todo lo puede, el laboratorio se encargará de remendar estos horrores cuado el disco salga a la calle. Llega la Navidad y hay que prepararse.

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