Opinión

Los partidos coyuntulares

En un ámbito tenso y con los caminos cada vez más cerrados para la consecución del nuevo gobierno, el vicepresidente de Vox y portavoz parlamentario hasta la fecha, ha expresado públicamente que renuncia a sus cargos en la cúpula del partido y que, a partir de la fecha, se apartará de la política activa y seguirá como militante de base, una antesala más que probable para promover su marcha definitiva cuando las aguas vuelvan a su cauce y la situación se estabilice caiga del lado que caiga. Iván Espinosa de los Monteros ha preferido hacerse a un lado de un modo discreto antes que proponer un debate político con ecos en la calle, y ha resuelto abandonar su sitio de forma tranquila y no en medio de una bronca, lo cual le honra porque el escenario está ya suficientemente difícil. El horno no está para bollos y la situación de Vox tras las elecciones generales pasadas tampoco es que genere mucho optimismo. De hecho, a cualquier observador le sugiere que la pérdida de peso específico del partido unida a la personal de un elemento fundador cuya trascendencia está venida a menos, son argumentos más que sobrados para propiciar su despedida.

La crisis plateada por Iván Espinosa de los Monteros  que Santiago Abascal deberá resolver en un tiempo lo más breve posible para no añadir fatiga a un delicado suplicio es, sin embargo, materia frecuente y sigue la línea advertida en otros partidos marcados por la huella de la contingencia. Las cosas que están empezando a pasar en Vox han pasado antes en UPD, también en Ciudadanos, igualmente en CIU y más recientemente en Podemos, partidos todos ellos de estructura frágil y experiencia menguada cuyo futuro no solo no está escrito sino que depende de detalles tanto como su propia pervivencia. Son formaciones coyunturales que nacen al amparo de los hechos puntuales en los que sus dirigentes carecen de la generosidad y el sosiego que otorgan tradición y larga existencia.

Al final, y aunque cueste reconocerlo y existan multitud de voces que niegan el argumento, España es un país bipartidista que desde los tiempos posteriores a Fernando VII ha fluctuado entre un partido conservador y otro progresista. Como dicen que dijo Alfonso XII a su esposa en el lecho de muerte. “Crista, Crista, aprieta la entrepierna y estate siempre de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas” La anécdota no es cierta, pero es una verdad como un templo.

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