Opinión

Lo pasado y lo futuro

La corrección política y el respeto a los demás no siempre adquieren en los estamentos políticos el tratamiento adecuado, porque no es con determinadas pautas políticas como se fomenta la convivencia sino con propósitos firmes y vocación de respeto. Ha comenzado a escalar las sociedades biempensantes de hoy día un curioso hábito que preconiza la necesidad de cambiar todo lo que pueda no sonar correcto. Hasta 2020 el equipo titular de fútbol de la ciudad de Washington se llamaba Redskines, una institución con muchos años de participación en las grandes ligas –se fundó en Boston en los primeros años treinta del pasado siglo- pero la necesidad de transmitir respeto a las etnias autóctonas del país convencieron a sus dueños de la necesidad de cambiar la denominación antigua por la de Washington Commanders y sustituir naturalmente el logotipo que mostraba a un jefe indio con su penacho de plumas, por otro de menor cuantía, una W de diseño sin más adornos superfluos.

A la novela de Agatha Christie “Diez negritos” también le ha tocado cambio como pauta de respeto a la ciudadanía negra, y ahora se llama “Y entonces no quedó ninguno” que es un título cercano a la imbecilidad en el que se manifiesta además parte del misterio que debería permanecer oculto. Yo tengo muy claro que no se pueden modificar obras del pasado en razón de los presupuestos presentes. Viniendo en coche esta mañana  me ha pillado escuchar la canción de Radio Futura “Corazón de tiza”, cuyas estrofas principales dice textualmente: “Y si te vuelvo a ver pintando un corazón de tiza en la pared, te voy a dar una paliza por haber escrito mi nombre dentro”.

Me sorprende que en estos tiempos en los que la cursilería política se la toma con papel de fumar y se modifican los nombres de las calles de las ciudades en función del color político de las autoridades de cada municipio, se pueda seguir escuchando la voz de Santiago Auserón cantando esos versos, pero yo prefiero que siga siendo así. Son producto de un tiempo y de un comportamiento social y hay que asumirlo. Eso sí, procuremos que sirva para no volver a adoptar semejantes actitudes. Juan Perro hoy lo certifica.

Personalmente tiemblo al pensar que ciertos cuadros de Velázquez pueden ser retirados de la vista del público por retratar bufones enanos y personajes con minusvalías. Dejemos por tanto a Velázquez en paz y construyamos un tiempo futuro tolerante, sensible y bueno. Ayer es ayer y mañana, mañana.

La corrección política y el respeto a los demás no siempre adquieren en los estamentos políticos el tratamiento adecuado, porque no es con determinadas pautas políticas como se fomenta la convivencia sino con propósitos firmes y vocación de respeto. Ha comenzado a escalar las sociedades biempensantes de hoy día un curioso hábito que preconiza la necesidad de cambiar todo lo que pueda no sonar correcto. Hasta 2020 el equipo titular de fútbol de la ciudad de Washington se llamaba Redskines, una institución con muchos años de participación en las grandes ligas –se fundó en Boston en los primeros años treinta del pasado siglo- pero la necesidad de transmitir respeto a las etnias autóctonas del país convencieron a sus dueños de la necesidad de cambiar la denominación antigua por la de Washington Commanders y sustituir naturalmente el logotipo que mostraba a un jefe indio con su penacho de plumas, por otro de menor cuantía, una W de diseño sin más adornos superfluos. A la novela de Agatha Christie “Diez negritos” también le ha tocado cambio como pauta de respeto a la ciudadanía negra, y ahora se llama “Y entonces no quedó ninguno” que es un título cercano a la imbecilidad en el que se manifiesta además parte del misterio que debería permanecer oculto. Yo tengo muy claro que no se pueden modificar obras del pasado en razón de los presupuestos presentes. Viniendo en coche esta mañana  me ha pillado escuchar la canción de Radio Futura “Corazón de tiza”, cuyas estrofas principales dice textualmente: “Y si te vuelvo a ver pintando un corazón de tiza en la pared, te voy a dar una paliza por haber escrito mi nombre dentro”. Me sorprende que en estos tiempos en los que la cursilería política se la toma con papel de fumar y se modifican los nombres de las calles de las ciudades en función del color político de las autoridades de cada municipio, se pueda seguir escuchando la voz de Santiago Auserón cantando esos versos, pero yo prefiero que siga siendo así. Son producto de un tiempo y de un comportamiento social y hay que asumirlo. Eso sí, procuremos que sirva para no volver a adoptar semejantes actitudes. Juan Perro hoy lo certifica.

Personalmente tiemblo al pensar que ciertos cuadros de Velázquez pueden ser retirados de la vista del público por retratar bufones enanos y personajes con minusvalías. Dejemos por tanto a Velázquez en paz y construyamos un tiempo futuro tolerante, sensible y bueno. Ayer es ayer y mañana, mañana.

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