Opinión

Los que se incorporan

A los viejos, que permanecemos sentados en la playa tostándonos serenamente al sol ya quedo de septiembre y observando en silencio el flujo sistemático de las mareas, ya nos importa más bien poco lo que se anuncia para la entrada del curso político, aunque nuestra experiencia nos advierte de que va a ser intenso y desagradable que es cosa conocida que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Incluso no hace falta ser viejo para calibrarlo. 

A las generaciones más jóvenes, las que se incorporan al nuevo ciclo de otoño recién llegados de vacaciones, tonificados y provistos de nuevos ánimos, les debe parecer esta situación una aventura excitante. Septiembre se está yendo entre los dedos a paso de marcha, clausurando un periodo de tranquilidad casi pactada a la que va a suceder un escenario muy complicado, sumamente enconado y muy ingrato que a nadie va a favorecer y que va a contribuir sin duda a plantear un país de vuelta disparado a no entenderse, irreconciliable y partido en dos. Una verdadera desgracia.

La gente que vuelve de vacaciones y se incorpora a la vida cotidiana con cuerpo revivido y ánimos renovado, tiene por tanto un trabajo pendiente que añadir al que ya de por sí desempeña cada uno para ganarse el cocido diario. Es aquel que necesitamos desempeñar y que hemos de proclamar basado en la comprensión, el trabajo común y la concordia. No lo está haciendo un Gobierno en funciones dispuesto a todo para mantener un estatus de poder que ha perdido junto a la autoridad debida y concedida por las urnas para ejercerlo lo que le invalida para tomar decisiones radicales. Pero también una oposición que ha errado en muchos de sus planteamientos por necesitados y por obligados, y que necesita poner orden en sus actitudes si desea hacer bueno un resultado electoral que los hizo ganadores pero no en cantidad suficiente para hacerlo en soledad.  Es una afirmación muy categórica y posiblemente excesiva especular con la posibilidad de que sea la ciudadanía la que obligue a sus fuerzas políticas a que se entiendan en beneficio de un fin más grande, esto no es Alemania. Y por otra parte, Cánovas y Sagasta se marcharon para nuestra mayor desgracia. Pero existe una necesidad absoluta de entendimiento en materias de primera necesidad y una razón para trazar la línea roja. A lo mejor les toca a las nuevas generaciones solicitar a los representantes parlamentarios que se dejen de reñir y que cumplan con sus obligaciones.

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