Opinión

La reclusa por excelencia

Genio y figura hasta la sepultura es lo que dice el refrán. Isabel Pantoja, la tonadillera más popular del cante patrio, se ha limitado a interpretar este aserto arraigado hasta lo más hondo en nuestro catálogo secular de usos y costumbres, desde los pies hasta la cabeza. Por el trullo han pasado estos últimos años figuras de notable impronta mediática y llevamos un ritmo que llegará un día en que coincidan en el macuto todas las figuras de esta sociedad lobuna que llena toda la paginación de los publicaciones especializadas.

Por lo pronto, en el macuto están todos los protagonistas de esta historia de amores y odios, sexo y dinero que deslumbró al pueblo en los albores del nuevo milenio y en la que se enzarzaban en una particular orgía de sentimientos encontrados y dinero negro a manos llenas lo mejor de la Marbella del esperpento. Maite Zaldívar que estaba hasta hace algún tiempo en Alahurín de la Torre pero a la que han mudado al parecer de residencia. Su hermano Jesús, que está en el mismo centro malagueño y en el que cumple condena Julián Muñoz, el ex marido y ex cuñado y ex amante de la protagonista de nuestro cuento. O sea, Isabel, el epicentro de este culebrón de pasiones, billetes y rejas.

Ni la dirección general de Instituciones Penitenciarias, ni los cientos de periodistas y editores de las publicaciones que se ocupan de la crónica del famoseo han podido creer nunca que Isabel Pantoja era una reclusa normal y corriente. Ni siquiera era comparable a los otros condenados por los delitos de blanqueo en la Marbella desorejada y culpable en la que el tal José Antonio Roca hacía y deshacía a su antojo rentabilizando la triste herencia dejada por Jesús Gil, el manipulador de la Costa del Sol, ex presidente del Atlético, dueño de Imperioso y vocinglero alcalde ya fallecido.

Pantoja es otra cosa, alma carpetovetónica encerrada en una bata de cola, fiera desatada desde el fondo mismo de sus propias entretelas, sacerdotisa y mártir, ungida y despreciada por el pueblo que ya la ha armado en la cárcel donde cumple condena y donde ha desempeñado escrupulosamente lo que se esperaba de ella. Antes muerta que sencilla. Los demás, procuran pasar desapercibidos y que nadie se acuerde de ellos ¿Pero Pantoja? Pantoja es Pantoja. No olvidarse, leche…

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