Opinión

Vacaciones en Marruecos

Para que a nadie le quede duda sobre quién es, dónde está, a qué se debe, cuál es su ámbito y con quién apetece entenderse, el presidente del Gobierno en funciones y aspirante a sucederse a sí mismo en el cargo, se ha marchado de vacaciones a Marruecos. No solo ha plantado su presencia en el proceso negociador dejando a sus peones en la garita para que vayan engrasando la máquina con los interlocutores políticos a los que aspira a convencer para que le respalden en la investidura, sino que se ha marchado precisamente a Marruecos, en lugar emblemático que probablemente marca un antes y un después en sus disposiciones referentes a la política exterior de su gobierno. No hace falta recordarlo y basta con apuntar que el país se acostó con una posición adoptada por consenso y vieja en el tiempo sobre el Sahara y se levantó con otra completamente diferente adoptada en solitario por el presidente. La decisión elevó las sospechas de que a Sánchez le habían pinchado el móvil los servicios secretos marroquíes y le habían encontrado materia abundante para agarrarlo por las criadillas tanto a él como a su señora. Da igual. Sánchez se levanta por las mañanas, se mira al espejo y se enamora de sí mismo cada día antes del desayuno. Por tanto, se ha ido a pasar el mes de agosto a Marruecos, un capricho que le va a salir al erario público por una fortuna que ni les cuento en infraestructuras, seguridad, desplazamientos, estancia, coberturas, logística, personal, vigilancia, impedimenta… al presidente eso le da lo mismo.

La elección del lugar de vacaciones, como la elección del traje o la corbata, forman parte de la propia personalidad del sujeto que hay debajo de la corteza del presidente. Un personaje valiente y tenaz, que derrocha autoestima, que tiene la dosis de ética justa y ya con el depósito en rojo, y al que apenas le interesa los sentimientos de los demás si entorpecen los propios. Atractivo, poderoso, seguro de sí mismo, rencoroso y cruel con quien no le sigue, domina los tiempos, no duda, no deja que el pulso le tiemble y se ha ido convirtiendo en un personaje simplemente temible. Es el que, convencido de que su destino es repetir en la Moncloa al precio que sea preciso, cuelga la chaqueta en el perchero y se marcha a Marruecos que es precisamente el único sitio en el mundo donde no sería aconsejable que fuera a pasar un mes de asueto. Pero también eso está planificado. Faltaría más. Todos a bordo que nos vamos.

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