Opinión

Vaya verano

Es habitual que durante los periodos de verano no ocurra nada reseñable y los pocos que quedan haciendo guardia en la garita de los periódicos –muchos de ellos estudiantes en régimen de prácticas que se estrenan como profesionales del oficio en estos meses estivales- han de contentarse con recorrer las playas y los garitos de moda a la busca y captura de rostros populares que pasan en sus demarcaciones el veraneo. También sirven las romerías, las fiestas populares y los espectáculos de música y sonido que siembran las noches calurosas de un tiempo en armonía, buena vida y ante todo… mucha calma.

Pero en ocasiones, el sereno discurrir del tiempo de vacaciones se quiebra sorprendentemente con una noticia de alcance. Con independencia de la ya premiosa y aburrida materia de los pactos pos electorales que terminaran otorgando la Moncloa a quien mejor se lo gane, en esta ocasión el brusco golpe de mano que ha dinamitado la bucólica quietud de un agosto de sol, sangría, chiringuito y playa lo ha propinado el hijo del actor Rodolfo Sancho, nieto a su vez del también actor Sancho Gracia cuyas vinculaciones con esta zona de la geografía galega eran muy sólidas, y cuya irrupción en el planetario de las noticias más sobrecogedoras ha puesto el verano a trabajar. Daniel Sancho, un joven de 29 años está acusado por las autoridades tailandesas de secuestrar, matar y descuartizar a un cirujano colombiano llamado Edwin Arrieta Arteaga con el que mantenía una relación de carácter sentimental que acabó en tragedia. Según su propia confesión, los hechos se produjeron en la habitación B6 de un complejo turístico situado en una zona de resort llamado Haad Salad Villa. Sancho, cocinero de profesión, llegó con su compañero al establecimiento en moto, ambos entraron en el bungaló, tuvieron una discusión, el español se negó a seguir manteniendo relaciones, acabó pegándole un puñetazo a su pareja y lo estampó contra el lavabo. Teniendo en cuenta que el día anterior había comprado un cuchillo y una sierra hay que suponer que el destino del médico colombiano estaba más que escrito. La historia es tan aterradora que cuesta incluso creerla. E incita a suponer además que la suerte del español no va a ser buena. En Tailandia estas cosas se penan o con la perpetua o con la muerte por inyección letal. Vaya verano.

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