Opinión

¿Igualdad o no? Hombres y mujeres

Seguir avanzando en el camino de la igualdad es uno de los motivos que me animan a trabajar cada día con y por las mujeres en todos los ámbitos de la vida y es por ello que me alegra especialmente ver que la Xunta de Galicia ha incrementado en un 70% los presupuestos del nuevo Plan de Igualdade para los próximos 4 años, lo que significa un total de 391 millones de euros a invertir sobre todo en la lucha contra la violencia machista. Es una gran noticia. Comprobar que el presidente de la Xunta apuesta decididamente por la igualdad de forma transversal con medidas que la fomenten en todos los ámbitos, me hace pensar que sin duda alguna estamos en el buen camino. Son buenas nuevas que debemos tener en cuenta del mismo modo que no debemos olvidar cuestiones que a modo de anécdota también nos sirven para ubicarnos del dónde, cómo y con quién caminamos en la defensa de los derechos de las mujeres y la igualdad.

Estuve pensando si escribir este artículo o dejarlo pasar, pero ahora que ya han transcurrido unas semanas y a la vista de lo positivo de la acción de la Xunta en este campo, creo que incluso es bueno hacer este apunte digamos que a modo de “cuaderno de bitácora”.

Les voy a contar una situación que se produjo el día 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Todo comenzó cuando salimos de un acto en el Liceo. En la calle Lamas Carvajal nos encontramos con un grupo de mujeres jóvenes protestando porque el premio Clara Campoamor se le había dado a un hombre. Se da la casualidad de que este premio fue instituido por el Concello de Ourense cuando yo era concejala de Igualdad en el año 2007, año en el que curiosamente recayó en un hombre, Jaime Parra (me niego a demonizar a la otra mitad de la población, los hombres, porque pertenezco al grupo de mujeres que creemos que la igualdad es cosa de todos. Unidos, no enfrentados).

Dicho esto paso a relatarles lo ocurrido aquel día. Desde que salimos del Liceo y durante el recorrido hacia la calle del Paseo, yo y mis acompañantes fuimos escuchando insultos cada vez más subidos de tono. El punto álgido se produjo cuando comenzamos a retirar de la escultura de la Lechera los carteles que nosotras mismas habíamos colocado a las 11,30 horas de la mañana. En ese instante nos encontramos con la radical oposición de ese grupo de chicas a la voz de “eso sí que no”. La situación resultó kafkiana. No dábamos crédito a lo que estaba sucediendo. Fue una situación absurda y ofensiva. 

Primero, por tratarse de grupo de mujeres. ¿No son ellas las defensoras de la mujer? ¿o es que solamente defienden a “sus” mujeres? Segundo por ignorar que esta no era la primera ocasión en la que se premiaba a un hombre en el Clara Campoamor y protestar antes de consultar las bases. Tercero porque con esta actitud lo que demuestran es que, lejos de tender puentes hacia la igualdad, lo que buscan es el enfrentamiento y la lucha de géneros. Cuarto, porque se puede argumentar una diferencia de opinión pero nunca faltar al respeto. Los insultos y gritos solamente demuestran la ignorancia y falta de argumentos de quienes los lanzan. Las agresiones verbales también son violencia –de género-. Quinto, porque con este tipo de proceder se destapan los grupos de “hembrismo” y eso me parece muy preocupante. 

Los extremismos no son buenos. Digo NO a la intolerancia y el sexismo. Al luchar por los derechos de las mujeres nunca debemos caer en el error de restar derechos a los hombres. La igualdad debe ser para todos y con este pensamiento yo seguiré trabajando. Les animo a hacer lo mismo porque solamente unidos lo conseguiremos.

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