Opinión

Caramelos alados

Las abejas son dulzura de la vida, pero también son indispensable sal de la misma. La ciencia dice que si las abejas dejaran de existir, la vida humana se desmoronaría, porque ellas, tan pequeñitas, son vitales para ayudarnos a sobrevivir. Leo en un interesante reportaje que 70 de las 100 especies más importantes de este insecto alimentan al 90% de la población humana debido al hecho de la polinización que llevan a cabo. Sin ellas, infinidad de plantas dejarían de existir, y con ellas toda la alimentación de los animales que morirían al faltarles la vegetación de la que son dependientes para conservar su vida y desarrollo, y también, como queda dicho, la nuestra. 

El efecto de la desaparición de estos caramelos alados tendría una cascada de efectos catastróficos en la cadena alimentaria del mundo con consecuencias tales, que pondrían la palabra fin a lo que hasta ahora ha sido la existencia del ser humano. Perder una colmena es una gran pérdida, dice el reportaje, más importante que “perder un suministro de miel”. Por supuesto que sí. Como se ve, nada por minúsculo que sea debe despreciarse, ni quitarle la verdadera importancia que tiene. Otra cosa es que no hay enemigo pequeño. Pero todo es necesario, porque el mundo es como una fotografía con sus imágenes en positivo y negativo. Son las dos caras, como la noche y el día, el agua y el fuego, la tierra y el cielo, el blanco y el negro. 

Pero volvamos a nuestras queridas amigas, las abejas, sobre las que la ciencia asegura, que hablarles, enfatiza una “profunda conexión que los humanos comparten con el insecto”. Y precisamente sobre esto, se cuentan, verdad o leyenda, cosas increíbles. Parece que ha tiempo, en el mundo rural inglés, las gentes que criaban abejas seguían una rara pero bonita tradición que consistía en que en el caso de que hubiera nacimientos, defunciones, bodas, etc. en la casa, alguien debía comunicárselo a las abejas, ir a decirles por ejemplo, en caso de muerte, la triste pérdida sufrida por la familia. De no hacerlo podrían seguir mayores desgracias, como si las abejas abandonaran la colmena o murieran. Esta costumbre se conocía como “contarles a las abejas”. Es posible que su origen derivara de la cultura celta, en la creencia de que las abejas fueran el vínculo entre nuestro mundo y el mundo de los espíritus. Hermosa ¿superstición? 

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