Opinión

El diablo cojuelo

Quién no conoce la leyenda del Diablo Cojuelo? Es una graciosa y pedagógica leyenda para niños, pero que, como todas las demás, tiene el atractivo de lo misterioso, de lo que flota, ves y sientes, pero no lo puedes alcanzar. Sin embargo, la presencia de sus personajes es tan fuerte que queda grabada en la en la memoria, la palabra, y en acervo popular. La gracia y desgracia de este pobre Diablo Cojuelo, se sale de la tradición escrita y oral, pero se basa en uno de los pasajes más interesantes de la Biblia. ¿Quién era Luzbel? Luzbel era el ángel más hermoso de toda la creación. Tan hermoso era, que la vanidad, la soberbia y el orgullo le hizo querer suplantar a su creador. 

Pero, ay, eso era imposible. Así que, desatado el enfrentamiento, Luzbel fue arrojado del Paraíso y de ello se encargó el “Príncipe de los espíritus celestiales”, o “cabeza de la milicia celestial”. O sea, el Arcángel San Miguel, cuyo nombre se deriva del hebreo y significa “¿Quién como Dios?” pregunta que equivale más o menos a “Dios es justo, o nadie como Dios”. San Miguel siempre es representado con una espada o lanza, en actitud de ataque. De Luzbel que se sepa hay dos o tres representaciones escultóricas en el mundo, y tal vez la más representativa es la del monumento al “Ángel caído”, situada en el parque del Retiro de Madrid. Una auténtica joya, excelencia debida al escultor Ricardo Bellver. Bellísimo el rostro  contraído por el dolor y el espanto del momento en el que cae sin remedio, perdida la gracia divina. Su historia atrapa y hace que se olvide todo lo demás. Son personajes que llevan en sí la esencia de la humana tragedia. La niñez perdida, el tiempo irrecuperable, la caída que marca el destino. 

Pero dejemos el drama y volvamos al Diablo Cojuelo. En esta leyenda infantil, el travieso protagonista, liante y revoltoso, fue el primero en caer, no Luzbel, y tras él, todos los demás rebeldes. El peso del alud ex-angélico, le rompió una pierna. Cojo e insoportable, los propios congéneres se lo dieron a un sabio, quien lo encerró para siempre en una vasija de cristal. Para figurar en la iconografía, no quedaba muy acorde con el apuesto San Miguel, pero con Luzbel, mucho mejor. Existe otra leyenda diferente, seria y esotérica, de la mitología castellana, y varias versiones de la misma, pero bueno, la dejaremos ya para otro día.

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