Opinión

El gran péndulo

Estamos ante la séptima extinción masiva de la vida en la Tierra? Esto es lo que dicen los estudiosos de la historia del mundo. Según ellos, la extinción más cercana a nosotros ocurrió hace 65 millones de años y aniquiló a los dinosaurios y a otras muchas especies. O sea, al final del período Cretáceo. Es curioso cómo la ciencia avanza con pasos seguros hacia el futuro, pero también hacia unas eras tan remotas que ni las podríamos soñar. La investigación se acciona como el gran péndulo de un gigantesco reloj colgado del tiempo que mide las etapas del mundo de un lado al otro de la historia conocida, y aún por conocer. Sus movimientos pendulares a gran y pequeña escala, cada día vienen a ofrecernos algo nuevo o viejo, sobre esta bola mágica en la que habitamos, por ahora. 

Algo con que asombrarnos siempre, e inquietarnos mucho más. Algunas personas se preguntan en qué momento será el próximo anochecer, cuántos años le quedan al planeta, cómo será el ocaso final. Bueno, creo particularmente que son preguntas bastantes temerosas sobre lo que pueda pasar dentro de cientos, miles o millones de años. Para entonces ¿quién sabe el devenir? Es de suponer que, como todo lo finito, la Tierra también tendrá su the end. Pero ¿no es algo pronto para pensar que de un día para otro el sol se apagará, y caeremos al abismo de golpe? Incluso hay quienes piensan si ahora, que vuelven a estar de moda los extraterrestres, nos salvarían. Porque parece ser que en los albores del Homo Sapiens, posiblemente en los que todavía no se tenía en pie, el planeta ya contaba con ancestros mucho más primigenios que desaparecieron misteriosamente.

¿Y hubo otros antes? Esta desaparición se debió, según estudios científicos, a una implosión poblacional, catástrofe a la que se hubieron de enfrentar nuestros antecesores ancestrales con el resultado de una extinción casi total. Pero claro, hace 65 millones de años. No hay que tener miedo, que el miedo paraliza y no deja pensar. Cada día millones de mundos mueren y no me refiero al cosmos, sino aquí mismo, sobre la tierra que pisamos, porque diariamente nos dejan seres cercanos o lejanos, y cada una de esas vidas era un mundo irrepetible. Un mundo con vida propia irrecuperable. No hay que temer por esta barquichuela en la que viajamos. Todavía surca el tiempo con esperanza frente a los escollos.

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